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“Me privan de mi abuela al final de su vida”

A Carmen, de 90 años, le asignaron residencia en Monforte, a 140 kilómetros de Vigo. Ahora está a la espera de otra plaza: su nieta Iria teme que la alejen de nuevo de ella

Iria, con su abuela Carmen, en una foto familiar. A lado, otra imagen de las manos de ambas FDV

Para Iria Álvarez su abuela materna Carmen es muchísimo más que eso. “Ella y mi abuelo, que falleció hace cinco años, me criaron desde bebé; fueron como mis padres”, afirma. Pero la vida ha puesto este año de nuevo a prueba a esta viguesa de 36 años cuyos progenitores murieron siendo ella muy pequeña. La salud de Carmen, de 90 años, empezó a deteriorarse seriamente. “Mi deseo siempre fue cuidar yo a mi abuela hasta el final, pero me encontré con que llegó un momento en que necesitaba atención las 24 horas del día y yo, con el trabajo, era incapaz, no llegaba a todo, empecé a hundirme...”, relata. No tuvo más remedio que solicitarle una plaza pública por emergencia social en una residencia de mayores. La sorpresa, dice, es que se la dieron demasiado lejos de Vigo, en Monforte de Lemos, a 140 kilómetros de distancia. Esto ocurría en julio y, tras dos meses y medio allí en los que sufrió un severo deterioro de su estado, esta nonagenaria acabó ingresando en octubre en el hospital de esa localidad lucense, desde donde la llevaron al Meixoeiro en la urbe olívica y, hace unos días, a un centro sociosanitario de Pontevedra. Pero su estancia allí será provisional, ya que está a la espera de que la Xunta valore su grado de dependencia para asignarle de nuevo plaza en una residencia. “El problema es que otra vez, pueden llevarla a cualquier punto de Galicia; mi abuela está muy malita y la necesito cerca, para verla con frecuencia y estar a su lado; me están privando de ella en el final de su vida”, implora Iria.

“Solo me tiene a mí, está muy malita y necesito tenerla cerca para verla”

Carmen Barreiro cumplió 90 años este verano. Natural de Serra de Outes (A Coruña), de joven emigró a Venezuela con su marido Agapito, pero pronto se vinieron a Vigo, donde se asentaron. La vida no se portó bien con este matrimonio: tuvieron que enterrar a sus dos hijas y a una nieta. Solo les quedó su otra nieta, Iria, en la que se volcaron. “Toda la vida me esforcé para intentar que, después de todo lo que habían sufrido, fuesen felices”, relata esta viguesa. Ellos la cuidaron a ella desde niña, pero llegó un momento en el que el rol “cambió”: “En el que, por ley de vida, fui yo quien tuve que cuidarlos a ellos”.

Las manos de Iria y su abuela Carmen FdV

Agapito murió hace cinco años y desde entonces a Carmen solo le quedó Iria. Aquejada de obesidad mórbida, su estado de salud fue empeorando. “Y este año fue en picado hacia abajo, necesitaba atención constante, las 24 horas; quería levantarse sola de la cama y se caía...; tuvo que venir varias veces la Policía a casa a ayudarme a levantarla del suelo”, cuenta con dolor Iria.

"Me dicen que donde hay es en Monforte; que ya una vez allí puedo intentar el traslado, pero que si la rechazo pierdo la oportunidad”

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“Psicológicamente” afectada y superada por la situación, dado que no podía perder su trabajo, esta viguesa pidió a la Xunta plaza de emergencia social en una residencia para su abuela. “Me siento muy culpable”, repite. “Y cuando lo tramito me dicen que donde hay es en Monforte; que ya una vez allí puedo intentar el traslado, pero que si la rechazo pierdo la oportunidad”, dice. “Así que me vi en la tesitura de tener que aceptarla para después luchar para traer a mi abuela a Vigo; ella, que toda la vida estuvo en casa conmigo, que teníamos una relación de la una para la otra, se tenía que ir lejos; recuerdo que de camino a Monforte, el 16 de julio, no hablaba; fue un viaje largo, parecía que no llegábamos nunca”, describe.

Videollamadas

Primero por la fase de adaptación y después por aislamiento a causa del Covid-19, lo cierto, indica Iria, es que no pudo visitarla. Solo videollamadas. Lo que veía no le gustaba. “No la reconocía, no era mi abuela, casi no hablaba”, recuerda. Tras requerir que la llevasen al hospital, al final fue trasladada el 2 de octubre. Primero al de esa localidad y después, tras pedir el cambio, al Meixoeiro de Vigo, donde permaneció más de dos semanas.

Desde allí, tras la gestión de la trabajadora social del hospital, ha sido derivada a un centro sociosanitario de Pontevedra para su convalecencia, a la espera de que se le asigne de nuevo plaza: “No quiero volver a pasar por lo mismo; sino en Vigo, que esté en alguna residencia del área, para estar junto a ella”.

Una dolorosa situación que se complica con las restricciones del Covid-19


Carmen Barreiro estuvo dos meses y medio en la residencia de Monforte. Desde allí el 061 la llevó el pasado 2 de octubre al hospital dado el “deterioro general” que padecía. Los informes médicos del centro sanitario lucense y del Meixoeiro, a donde su nieta pidió que la trasladasen, refieren que se le diagnosticó tromboembolia pulmonar, probable neumonía bilateral –se descartó que fuese coronavirus–, desnutrición proteica y una grave úlcera necrótica en el talón izquierdo, entre otras dolencias. Su médico de cabecera certificó que no tenía dicha sintomatología antes de ingresar en el geriátrico. Iria solo tiene buenas palabras para los profesionales del Meixoeiro: “El trato hacia ella fue excepcional, increíble...”. “A mi abuela traerla desde Monforte a Vigo y estar conmigo la salvó; estaba contenta en el hospital”, añade, destacando también la ayuda que le brindan desde el Concello de Vigo o la trabajadora social del centro hospitalario, gracias a la cual se gestionó que llevasen a Carmen al centro sociosanitario donde está ahora. La estancia es provisional. “De tres meses o como máximo seis”, explica su nieta. Después, dado que renunció a la de Monforte, la Xunta debe asignarle de nuevo plaza en residencia. “¿Cómo no va a haber en Vigo o por aquí cerca? ¿La había en Monforte y no en una ciudad tan grande como ésta?”, se pregunta. En Pontevedra solo puede visitar a su abuela un día a la semana. Muy poco, lamenta. Y le preocupan las nuevas restricciones por el Covid. Con el cierre perimetral decretado el viernes, argumenta, “no puedo salir de Vigo”. “Es otra de las consecuencias de la falta de plazas de residencia en nuestra ciudad; llamaré mañana [por hoy] al centro pidiendo que me hagan un justificante para intentar poder ir allí”, concluye.

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