“Mamá murió pero aún estoy yo aquí”: la historia coraje de un padre ejemplar

Antonio Valverde enviudó con 40 años y cinco hijos, la menor de solo un año | Se volcó en su crianza y hoy es también un entregado abuelo | Su historia emocionó en el Foro de Educación

Antonio Valverde, ayer en O Castro, con dos de las hijas que viven en Vigo y dos de sus seis nietos

Antonio Valverde, ayer en O Castro, con dos de las hijas que viven en Vigo y dos de sus seis nietos

Marta Fontán

Marta Fontán

Cuando con 40 años Antonio Valverde Pampillón se quedó viudo con cinco hijos, la menor de solo un año, una de las primeras cosas que hizo fue coger a los cuatro mayores, llevarlos a pasear a Samil y hablarles con toda la franqueza que le permitía la corta edad de aquellos niños de entre 7 y 14 años que acababan de perder a su madre. “Nos hemos quedado sin mamá”, les dijo. “Es duro”, admitió. “Pero aún estoy yo aquí”, concluyó en tono tranquilizador tragándose el dolor de haberse quedado sin su compañera de vida. A este hombre que hoy tiene 76 años no le quedó más remedio que asumir aquel “revés” con “fortaleza”. De hecho, consciente siempre de la enfermedad que sufría María del Carmen, llevaba ya un tiempo preparándose para aquel desenlace y sus consecuencias. “O te haces fuerte o puedes arruinar a toda una familia”, reflexionaba. Y vaya si se hizo fuerte. Porque su historia es una lección de vida: sin descuidar sus obligaciones laborales, se volcó en la crianza de aquellos cinco menores, MónicaMaría del CarmenAntonioÓscar y Laura, hoy adultos de entre 50 y 43 años. Ahora también se vuelca, pero con sus seis nietos. “Soy un abuelo entregado”, afirma orgulloso.

Arriba, los cinco hijos de Antonio en la época en la que se quedó viudo; abajo, una foto reciente de padre e hijos juntos

Arriba, los cinco hijos de Antonio en la época en la que se quedó viudo; abajo, una foto reciente de padre e hijos juntos / Cedidas

“Los crié solo, pero tengo la suerte de que los niños me encantan; no me cansan ni estresan”

A Antonio lo conocen como el “abuelo” y su experiencia vital emocionó en el IV Foro de Educación de FARO. La profesora María Soto, que impartió un taller del evento, compartió un post en Facebook sobre la historia de este vecino de Vigo natural de Sanguiñeda (Mos) que participó en el foro con el fin de “aprender” para sus nietos. La historia de un hombre que se quedó viudo “en aquella época”, la de los años 80, en la que “mamá se encargaba siempre de todo”. “Mi hija mayor tenía 14 años”, recuerda sobre cuando perdió a su esposa. Los otros 12, 11, 7 y un año. “Cuando te llega un revés en la vida debes prepararte y hacerte fuerte”, añade, precisando que él partía con una “gran ventaja”. “Nací con la suerte de que los niños me encantan; no me cansan ni me estresan, al contrario, me animan”, cuenta.

Intervención de Antonio Valverde en II Foro de Educación - Faro Impulsa

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Con estudios de peritaje y profesorado mercantil, Antonio trabajaba en los laboratorios Zeltia en Porriño y daba clases de contabilidad fiscal y matemáticas financieras en una academia. Tras quedarse viudo las clases tuvo que dejarlas, pero pudo continuar prosperando profesionalmente en el grupo empresarial en el que siguió hasta su jubilación con 67 años. Aquellos primeros duros meses sus padres y sus suegros se volcaron con él y los cinco niños. Pero siempre tuvo claro que él capitanearía la crianza de todos ellos. Recuerda cuando la madre de su difunta esposa le planteó llevarse con ella a su hija Laura, la más pequeña: “¡Esta pequeña no va a vivir en una selva!”, le decía la mujer preocupada. Antonio, con cariño y mano izquierda, le contestó que no. Que un hogar sin madre no era el “marco ideal”, pero que los niños no se iban a separar. Que Laura se quedaría en la “selva” con los “salvajes” de sus hermanos.

“Fui valiente”, rememora ahora. “Y creo que lo hice muy bien a pesar de no estar mamá”, prosigue. Dado que la empresa lo trasladó en aquella época de Porriño a Vigo, lo tuvo más fácil para conciliar. “Contaba con la ayuda de una señora en casa, pero al tener el trabajo cerca del colegio de los niños casi podía verlos desde la ventana de mi oficina”, dice sonriendo.

“¿Quién me ayuda a multiplicar?’, decía Óscar; le enseñé con las clasificaciones del Marca y el As”

Hubo, claro, momentos difíciles. Como cuando uno de sus hijos “se encerraba en el baño” a llorar por la falta de su madre. No quería ir al colegio. “¿Quién me va a ayudar ahora con la tabla de multiplicar?”, le preguntaba el niño. Lejos de venirse abajo, Antonio buscaba soluciones. Y la de la tabla de multiplicar la encontró en las clasificaciones de Marca y As. Aquel niño, Óscar, que se adentró en las matemáticas a través de los goles y puntos que semana tras semana sumaban los equipos de fútbol, es hoy arquitecto técnico.

A medida que sus hijos iban creciendo, supo también adaptarse a sus nuevas necesidades de adolescentes o ya de adultos. Guiándoles en la vida, aconsejándoles en los pasos que daban en sus estudios y hasta poniéndose al día con la “movida” nocturna de Vigo: “Me conocía los nombres de todos los pubs del Areal; los fines de semana iba a las 02.30 horas a recogerlos; a ellos y después también a los amigos”.

“Cuando crecieron me iba de ‘movida’; de ‘movida’ al Areal a recogerlos a ellos y a sus amigos”

DIÁLOGO

Habla con orgullo de sus hijos. Laura, psicóloga orientadora de centros de enseñanza, y Antonio, periodista, viven en Madrid. Los otros tres residen en Vigo. Mónica es profesora, María del Carmen trabaja en los servicios centrales de Abanca y Óscar es arquitecto técnico. “Siempre dialogué con ellos sobre lo que querían hacer en los estudios, pero hicieron lo que quisieron”, cuenta.

Antonio procede de una familia ligada a la enseñanza: su padre fue maestro y de hecho el colegio de Sanguiñeda lleva su nombre –CEIP Mestre Valverde Mayo– y sus hermanos también ejercieron la docencia. Quizá esta herencia influya en que disfrute tanto de los foros educativos a los que va con frecuencia. Como el de FARO, del que es veterano participante. “Voy a aprender”, afirma. Y no duda en intervenir para contar su experiencia como padre y abuelo. A modo de reflexión, echa de menos la época en la que los niños se criaban “en la naturaleza”. “Yo jugaba sin mis padres delante; ahora madres y padres se quedan en el campo de fútbol y le gritan al árbitro o al entrenador…”, cuestiona. Algo que, cree, contribuye a “estresar” a los pequeños. ¿Y qué opina sobre tablets y teléfonos móviles? “Fíjate alguna vez en un restaurante. Cuando los niños se portan mal, ¿cuál es el castigo?: pues el móvil de mamá para uno y el de papá para otro; no debería ser así”, concluye.

Antonio con su familia el Día de Reyes

Antonio con su familia el Día de Reyes / Cedida

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