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Cuando la conciliación impide sacar a los mayores de las residencias

Decenas de familias de Vigo desean darlos de baja por temor al Covid-19 pero no lo hacen por la imposibilidad de compatibilizar sus cuidados y el trabajo

Beatriz visita a su madre, con alzhéimer, en la residencia del Meixoeiro. // FdV

Casos como el de Eva Domínguez, una mujer que dejó su vida y su trabajo en Madrid para venir a cuidar a su madre y sacarla de la residencia de mayores de Bembrive, hay muy pocos. Lo más habitual son lo contrario. Según pudo saber este periódico a través de la Asociacións de Usuarias e Familiares de Residencias (REDE), hay muchas familias que ante el temor a posibles contagios por coronavirus, les gustaría dar de baja a sus seres queridos de los geriátricos y llevarlos para casa, pero por motivos de conciliación laboral les resulta completamente imposible. Hay que tener en cuenta que muchos de los mayores ingresados necesitan cuidados prácticamente las 24 horas del día, y eso implicaría que el familiar tuviese que dejar su trabajo, algo que muy pocos se pueden permitir.

En esta situación se encuentra Rosa María Ceinos, que tiene a su padre ingresado en la residencia DomusVi de Barreiro. Él tuvo una trombosis con cincuenta años y ahora, a sus 73, tiene una movilidad muy reducida, con toda la parte derecha del cuerpo paralizada, por lo que necesita cuidados continuos. "Mi situación económica no me permite dejar mi empleo. Antes de ingresarlo ya me era complicado compatibilizar el trabajo con su cuidado, pero ahora sería ya imposible. Además mi casa no es la idónea para él, no está adaptada, yo sola por ejemplo no podría meterlo en la ducha", explica esta viguesa.

En los días más complicados de la pandemia, Rosa María Ceinos sacó a su padre durante unas semanas por temor a que se contagiase (no hay que olvidar además que el geriátrico de Barreiro fue uno de los más afectados por el virus), porque se encontraba desempleada. Cuando la situación se estabilizó, decidió volver a ingresarlo ya que además empezó a trabajar. Ahora le es imposible volver a llevárselo para casa. "La situación no es fácil, el miedo a que el virus vuelva a entrar en la residencia está ahí. Pero es que además del trabajo, que no podría dejar, vivo con mi pareja. Es todo muy complicado", se lamenta Rosa.

En una situación similar se encuentra Beatriz Arce. Su madre Olga, de 83 años, está en la residencia del Meixoeiro y sufre alzhéimer en un estado muy avanzado, con el grado de invalidez máximo, y no tiene autonomía alguna. "Hay que cambiarla de postura cada dos horas para que no le salgan escaras y otras heridas. En mi caso podría teletrabajar, pero es que no tengo la vivienda adaptada para poder atender a mi madre, que está en silla de ruedas. ¿Cómo la podría meter en la bañera? ¿Qué hago si se atraganta?", se pregunta Beatriz, que va a visitar a su madre Olga todas las veces que puede a la residencia y pasa el mayor tiempo posible con ella.

"Es un planteamiento muy duro, muy complicado, porque para llevarte a tu madre o a tu padre para casa tienes que abandonar tu empleo y cambiar completamente tu vida. Muchas de las familias tendrían intención de sacar a sus seres queridos de las residencias en la situación actual, pero les es imposible. Los mayores siguen allí por pura necesidad", explica Paulino Campos, presidente de REDE. El hecho de que prácticamente todas las residencias estén completas tampoco ayuda a que los familiares decidan dar de baja a sus mayores, porque luego les sería muy complicado volver a conseguir plaza en alguna de ellas.

Los casos que se encuentran en esta situación son muchísimos. Otro de ellos es el de Alberto Vilaboa, cuya madre está ingresada en una pequeña residencia de Mos, llamada Alondra, que nunca ha tenido un positivo por coronavirus. Aún así, el miedo a un posible contagio existe, por lo que a Alberto le gustaría llevar a su madre para casa. "Pero tiene alzhéimer, es una persona muy dependiente que necesita cuidados las 24 horas del día y ni mi hermano ni yo lo podemos asumir. Tanto él como yo tenemos familia con hijos además, habría que adaptar la vivienda, tendría que abandonar los proyectos laborales en los que estoy inmerso... Es inasumible", lamenta. Su madre ingresó en el geriátrico hace varios años y poco a poco se fue deteriorando, perdiendo capacidades cognitivas y movilidad. "Ya no puede caminar, para moverla se necesitan al menos dos personas.... Es imposible y la situación no es fácil. A nivel afectivo es muy duro, porque ahora las visitas están más limitadas y se pierde el contacto que había antes", lamenta Alberto.

Hay que señalar que en el área sanitaria de Vigo, en la actualidad, la incidencia del virus en las residencias de mayores es mucho más baja que en otras zonas de Galicia. La situación es incomparable con la de abril, cuando algunos de los geriátricos con más contagios entre sus empleados y sus usuarios eran de la ciudad y su entorno. Ahora no hay ningún anciano contagiado, y los positivos se reducen a algunos empleados de estos centros. Aún así, a muchas familias les gustaría sacar a sus mayores de estos centros por el miedo al virus pero esa imposibilidad mencionada para conciliar lo hace completamente inviable.

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