El toque de queda del coronavirus llega a la una de la madrugada. A esa hora restaurantes, bares y cafeterías deben tener echado el cierre, y con sus terrazas, que hasta ese momento contribuyen a animar calles y céntricas plazas de la ciudad, totalmente recogidas. Sin posibilidad de poner un pie en una discoteca o en un pub, en virtud de las nuevas restricciones aprobadas este verano para hacer frente a la pandemia, la noche viguesa echa el telón. Pero en realidad solo a medias.

Aunque escasos, todavía quedan reductos donde tomarse una copa y escuchar música más allá de las 01.00 horas. Y un claro ejemplo es el Casino de Vigo, ubicado en el centro comercial A Laxe. Con horario de apertura hasta las cuatro de la madrugada, este pasado fin de semana numerosos jóvenes hicieron cola para pasar los controles de acceso y entrar en el establecimiento. E igual que este local inaugurado hace solo unos meses, los bingos también se están beneficiando de un aumento de usuarios en horas nocturnas en las que en estos convulsos tiempos de Covid-19 no puede haber nada más abierto. Allí también se registran colas. Los salones de juego parecen ser ahora los nuevos reyes de la movida.

Minutos antes de la medianoche de este sábado el ambiente todavía era bastante tranquilo en el Casino que Luckia y Cirsa han abierto en Vigo. Con acceso directo desde el parking del centro comercial, en ese momento no había nadie más en la recepción para cumplir los obligados trámites que permitirán acceder a las luminosas instalaciones con las que cuenta el salón. Después de la firma de un documento relativo a la protección de datos, de presentar el DNI y de posar para una fotografía instantánea, el cliente todavía debía pasar el control de temperatura, una de las medidas implantadas en este recinto en relación con el Covid-19, junto al uso de mascarilla en todo momento excepto cuando se toma alguna consumición.

Una vez dentro, en unas pocas mesas de juegos ya hay cierta animación, como un grupo de chavales que se centran en el Blackjack y varias personas más, de mayor edad y aparentemente expertas, que prueban suerte en la ruleta americana. En los "slots", las numerosas máquinas de azar esparcidas por todo el salón, apenas hay jugadores. Pocos pasan aún por caja. Y en el bar existe bastante sosiego. Una joven ocupa una mesa, una pareja otra y tres amigos de mediana edad toman cócteles y conversan en otra más.

La cosa cambia a partir de la una de la mañana. Esa es la hora tope para restaurantes y cafeterías. Sin pubs ni discotecas abiertos, numerosos jóvenes -y no tanto- han encontrado en este casino y en los bingos los espacios para continuar la fiesta durante unas cuantas horas más. El sábado en A Laxe se registraron colas para pasar el ineludible control existente en el acceso del salón. Así fue como poco a poco el casino se fue llenando hasta que pasadas las dos de la mañana camareros y crupieres estaban ya a tope.

Las mesas del bar se fueron ocupando en su totalidad, varias de ellas por grupos de amigos que no iban allí precisamente a jugar, sino simplemente a tomar una copa y charlar mientras observaban el ambiente. Alrededor de las mesas de juego se iban sucediendo curiosos a los que se les veía profanos en esto del juego y hasta sorprendidos por las cantidades de algunas apuestas.

El ambiente crecía, aunque bajo el control de los responsables del establecimiento velando para que toda la clientela usase la mascarilla. La bulliciosa actividad del casino en plena madrugada contrastaba con la tranquilidad que se vivía en el exterior de la ciudad, con los locales de ocio nocturno tradicionales cerrados a cal y canto a causa de la crisis sanitaria.