Tres meses después del fin del estado de alarma en Galicia, el sector del transporte sigue padeciendo el efecto del Covid-19. El mazazo a la economía, el teletrabajo, la cancelación de eventos y el temor a los rebrotes hace que las cuentas del colectivo sigan marcadas por la crisis sanitaria. Buen ejemplo son los taxistas de Vigo, que viven a día de hoy -explica el presidente de su cooperativa, Manuel Chorén- con entre un 40 y 50% de la actividad que tenían hace un año.

"El trabajo bajó bastante. Dependiendo de la parada podemos echarnos 30 o 60 minutos de espera entre un servicio y otro. Yo he llegado a estar 90 minutos antes de marcharme", lamenta Chorén. Para adaptarse al retroceso de la demanda el colectivo ha decidido ampliar su sistema de descansos: en la actualidad cada día se queden en el garaje 184 taxis, el doble de lo habitual.

El horizonte se presenta también complejo. A lo largo de los últimos meses los autopatronos han visto cómo se suspendían conciertos y citas como O Marisquiño, Conxemar o Navalia, que generan cada año un intenso flujo de clientes. Su actividad también se ve resentida por las restricciones del ocio nocturno y el descenso del turismo durante el verano.

Taxistas y buses urbanos no son sin embargo los únicos transportes afectados. El último balance de Aena muestra cómo en agosto el flujo de pasajeros cayó un 63,5% en comparación con el mismo mes del año pasado. A pesar de lo abultado del porcentaje es el mejor de los últimos meses. En lo que va de 2020, de hecho, el aeródromo acumula un retroceso del 68,5%. Renfe no detalla sus datos de pasajeros, pero su parrilla de servicios ha salido también recortada del estado de alarma, con menos frecuencias con Madrid o Barcelona.