No hay santo más adecuado para este año. Cuentan los estudios que San Roque, el milagreiro, recorrió Italia en el siglo XIV curando a enfermos de la peste. En Vigo, la devoción al abogado contra las epidemias también tiene cientos de años de historia. Y sus fieles tienen este año más motivos que nunca para encomendarse a él. Por ello, ni el miedo al virus ni las restricciones de las medidas preventivas contra la pandemia, que obligaron a suspender la procesión, disuadieron a cientos de ellos de acudir a la finca de la Avenida de Madrid para honrar al patrón oficioso de la ciudad.

Alrededor de 1.500 personas visitaron la ermita el sábado y todas las misas del domingo -cada hora desde las 8 horas- estuvieron llenas. La organización estableció las medidas oportunas para evitar aglomeraciones, con el control de aforo en los accesos y obligación de limpiarse las manos, así como la habilitación de 250 sillas para garantizar el respeto de las distancias de seguridad en las eucaristías. Los fieles hicieron cola para entrar ordenadamente en la finca, pero la entrada se tuvo que interrumpir en la liturgia oficial ante la gran afluencia. No se alcanzó el aforo máximo del recinto, pero se adoptó la decisión para evitar la concentración de la gente en torno al palco.

Decenas de personas siguieron la misa desde el exterior. Como Ángel Estévez. "Ya pasaré después, hay que tomárselo con calma", señalaba resignado con sus exvotos en la mano. "Vamos a pedir por la salud", añadía. Algunos fieles entregaban su ofrenda de velas a miembros de la organización en la entrada para que estas pudieran llegar hasta la ermita.

"Pensaba que nunca encontraríamos las circunstancias como en las que él tuvo que luchar en el Sur de Europa", reconoció ayer el obispo, monseñor Luis Quinteiro Fiuza, durante la homilía central del la festividad. Pidió a los fieles allí reunidos seguir luchando "como San Roque, para que esta pandemia cese". "Él luchó con todos sus medios por estar cerca de los que estaban abatidos pro la fiebre. Todos huían, pero él se acercaba", recordó. Defendió que, en estos momentos, "necesitamos ser como San Roque". "¿Cómo podemos hacerlo? Procurar que nadie haga excesos y todos cuidemos de la salud de los demás y de los nuestros", planteó, admitiendo que cuestiones como no abrazarse, no tocarse o no consolarse físicamente, son "un sacrificio enorme".

En la Irmandade de San Roque tampoco esperaban tanta gente. Lo confiesa su presidente, Alfonso Román, que destaca que todas las mismas, desde primera hora de la mañana, estuvieron llenas. "Como San Roque es abogado contra la peste, por si acaso, sean creyentes o no, le piden que interceda, que mire por su salud", cuenta.

Concha Alonso y Julio Lago, que acuden todos los años desde Chapela, aplauden a la organización por las medidas de prevención. No esperaban encontrarse con tanta gente. Ellos van por devoción, pero también por la fiesta y lamentan haberse quedado este año sin el baile. "Hay que adaptarse", concluyen.

Maica Álvarez e Hilario Romero tampoco se pierden nunca esta cita. En la ermita se casaron y allí se bautizó también su hija Adriana, que ayer les acompañaba. "Este año es un poco triste", admiten. ¿Lo que más echaron de menos? "¡El pulpo!", ríe Maica. "El ambiente", completa Hilario. Pero alguna ventaja sí hubo: aparcar.