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Manos a la tierra contra la exclusión

Alborada desarrolla en Cabral un programa de integración para que los usuarios encuentren en la agricultura una salida de futuro | "Acogemos al que lo necesite, no es un proyecto cerrado", dice el responsable

Loa usuarios y voluntarios que trabajan en los terrenos de Cabral. // Fotos: Marta G. Brea

Una excursión por unos terrenos abandonos en Cabral ocho años atrás se convirtió en el sustento de un centenar de personas en exclusión social o bajo adicciones urgían una salida de futuro. Y la encontraron en la agricultura.

La Asociación Alborada desarrolla a lo largo de 5.000 metros cuadrados de monte el proyecto educativo "Verdear" en el que consumidores rehabilitados o en proceso de rehabilitación, que tienen dificultades de inserción social por su edad, su situación física o sus trastornos, reciben una formación en materia de agricultura y cultivo tanto como terapia contra sus adicciones como en la búsqueda de trabajo activo. "La idea era crear un itinerario propio y no son un elemento neutro; fomentan una integración activa. Sabemos que son un colectivo complejo pero que necesita de estas oportunidades", comenta Manolo Rodríguez, el coordinador de este proyecto.

Estas instalaciones, que si bien son gestionadas por Alborada, en ellas tiene cabida "cualquier persona que quiera colaborar en el proyecto", fueron levantadas completamente por el personal voluntario o usuarios de la asociación. "Cuando llegamos, estos terrenos eran maleza, el invernadero estaba roto y ahora lo hemos recuperado al igual que restauramos el interior de la caseta y lo acondicionamos. Porque el espacio también condiciona el tratamiento. Aquí, en condiciones dignas, pueden aprender de jardinería, agricultura, trabajar con plantas aromáticas, fabricamos jabones naturales, etc.",amplía el encargado. Miguel Fernández es uno de los ejemplos de integración y reinserción gracias a esta labor. "Llevo aquí tres años y solo puedo sacar cosas positivas. Aprovecho la mañana que pasaría en la calle y me formo en agricultura. Así en casa de mi hermana hemos plantado un huerto y vivimos de lo que nos da", narra este usuario de Alborada.

Otro de los objetivos que desde Alborada se promueve con este proyecto es el de crear comunidad. No quieren trabajar y desarrollar un espacio al margen de la vecindad y por ello colaboran con la limpieza de cuadras en el entorno, que a su vez es empleado como sustrato o abono de sus cultivos. "Esta es una parte también muy importante del trabajo, no somos tan independientes como creemos. Estas personas necesitan de un acompañamiento formativo sí, pero también social", recalca Rodríguez.

Entre los usuarios que colaboran en este trabajo de agricultura destacan múltiples colectivos para los que, dependiendo de sus características realizan unos trabajos u otros. "Un vecino, por ejemplo, nos regaló unos bonsais y hay gente que por su deterioro o por las adicciones no pueden realizar trabajos de campo así que les enseñamos a cuidarlos", matiza el coordinador. Esta miscelánea de perfiles favorece que las personas se interrelacionen con otras de diferentes problemas, conocen otras realidades y no se cierran a sus problemas. "Aquí pueden tener una conversación más abierta y no solo sobre sus problemas. Hablan de la vida, tienen otro círculos", amplía el encargado.

Bungalows en los terrenos

A mayores de esta formación y ocupación, Alborada también procura el emprendimiento de sus usuarios. Pero saben que esta pata es la más complicada de conseguir. "Aquí pasan la mañana, trabajando formándose, relacionándose con gente, pero hay muchos que al salir se van a dormir a un piso con otras cinco o seis personas, en un colchón en la calle...y esto es lo que buscamos evitar. Queremos ofrecerles algo atractivo y estable, una vivienda, que tengan su lugar y su espacio", explica Manolo Rodríguez. Por ello, este pasado jueves mantuvieron una reunión con arquitectos para ver si es posible que en una zona de los terrenos se habiliten una especie de bungalows para que los usuarios puedan hacer uso de ellos. "La gente podría venir a trabajar aquí y empezar su vida desde aquí. Se adaptaría a esta necesidad", agradece el encargado de "Verdear".

Luz Estela y Ludwin Peñarola son dos de los participantes en este proyecto que no proceden, por ejemplo, de la asociación Alborada. Ambos se conocieron durante el confinamiento, y desearían continuar muchos años más siendo partícipes de este proyecto. "Las instalaciones de Cortefiel fueron mi hotel durante meses, cuando emigré. Por la pandemia no podía estar en la calle, así que me dieron alojamiento en un hostal, fui a varias asociaciones y nadie me ayudaba, ni con trabajo ni con bonos sociales. Hasta que un día en el albergue municipal vi un cartel de este proyecto y me pasé por aquí. Fueron los únicos que me dieron la oportunidad de formarme y aprender. Me han dado la vida", cuenta Peñarola, realmente emocionado.

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