Fue la noche de San Juan más atípica que se recuerda. Y la más íntima. La amenaza del coronavirus privó a los vigueses de encender las fogatas en espacios públicos en una de las citas señaladas en el calendario por su magia e intensidad. No se quemaron los apuntes ni los malos recuerdos, no se saltaron las llamas para alejar la mala suerte ni se presenciaron estampas coloridas en los arenales, tampoco hubo deseos, música ni sardinas en el Casco Vello, Bouzas, Zamáns, Lavadores, Alcabre, Coruxo, Valladares, Beade o Saiáns: las asociaciones vecinales, con una programación prevista en algunos casos, se vieron obligadas a suspender las actividades en cumplimiento de las directrices pregonadas por la Xunta.

Es el escenario que dibujó la nueva normalidad en la fiesta que, de forma oficiosa, da la bienvenida al verano. La imagen más llamativa no la protagonizaron los arenales repletos de bolsas, vasos, botellas y cenizas, sino los agentes de la sección equina de la Policía Local, que, a lomos de los caballos, se encargaron de vigilar en Samil que ya recordaba el alcalde a mediodía -"Las hogueras están terminantemente prohibidas: dañan severamente las playas"- y se repetía en los megáfonos de los arenales durante la jornada, en los que se pudo disfrutar del sol y temperaturas agradables, con los termómetros coqueteando con los 25 grados.

El veto a las celebraciones multitudinarias con fuego en espacios públicos dio pie a la organización de eventos en propiedades privadas -hay quien asó las sardinas para dar la bienvenida a San Juan con la compañía de colegas y familiares- con el fin de festejar una noche en la que, tradicionalmente, se sale de casa para empaparse del ambiente veraniego y festivo que emana de las calles. Otros optaron por acudir a las terrazas en la antesala de un día festivo en el que se espera que el termómetro alcance los 24 grados -con mínima de 14-.

Quienes no vieron frustrados sus planes fueron los que apostaron por dejar los pétalos de rosa bañados en agua durante la noite meiga para lavarse la cara al día siguiente y, así, purificar la piel y alejar los males. Un rito más necesario que nunca en un año 2020 que ha traído bajo el brazo una pandemia global.