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Las aguas de la ría se recalientan a grados récord

Los biólogos apuntan a la predominancia de los vientos del sur y al cambio climático como principal causa

Mientras los vigueses permanecían confinados, las aguas superficiales de la ría registraron las temperaturas más elevadas de los últimos siete años. Según los registros de la plataforma de observación Torallamar, que inició la serie en 2013, las mínimas entre febrero y mayo se mantuvieron dos grados por encima de lo habitual. Esta "desviación" se debe a la predominancia de los vientos del sur, que impiden la entrada de masas frías desde el océano. Y éstas son, a su vez, las responsables del afloramiento y la elevada productividad. De ahí que el calentamiento de estos meses podría explicar, junto con otros factores como la continuidad de la actividad pesquera, que los fondos no hayan experimentado el resurgir de la fauna que cabría esperar y que sí se ha constatado en zonas del Mediterráneo.

"Nos sorprendió ingratamente. No hemos visto esa explosión de vida que pensábamos encontrar. Estamos en época de reproducción del pulpo y en Cíes no hemos visto ninguna puesta, tampoco de choco en la zona de zoostera de Toralla, que es muy propicia. Y los pescadores submarinos comentan lo mismo. En mayo me fui al río pensando que habría más lamprea y solo encontré dos ejemplares y fuera de los nidos", revela Manuel E. Garci, biólogo y buzo del Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC.

"No se aprecian cambios. Vemos la vida habitual. Las inmersiones que hemos hecho estos días podrían ser las de cualquier otro año", ratifica su colega del IIM Alexandre Alonso, que coordina un estudio en los fondos del parque nacional Islas Atlánticas.

La situación es extrapolable al resto de Galicia. "La flota pesquera no paró y no se ven efectos del confinamiento ni para bien ni para mal. Lo que sí seguimos comprobando es la presencia cada vez mayor de especies exóticas y la falta de estudios serios y de medidas por parte de las autoridades", lamenta Jacinto Pérez, buzo profesional desde 1982 y propietario del centro de buceo Hydronaut@, que ya ha reiniciado su actividad en la ría de Arousa.

La cuarentena tampoco parece haber influido en el comportamiento de los cetáceos. "Están más tranquilos por la ausencia de ruido y de gente, pero nosotros no apreciamos diferencias en sus movimientos o la ocupación del medio. Lo que pasa es que la gente estaba más aburrida y veía cosas desde sus casas que en realidad ya pasaban todos los días", sostiene Alfredo López, biólogo de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma) y uno de los mayores especialistas de la materia en Galicia.

Igual argumento sostienen expertos como David Álvarez, de la Universidad de Oviedo, que en un artículo publicado en su blog personal recuerda que en la cuarentena había más ojos mirando al mar y que la reducción del ruido en las ciudades permitió apreciar los sonidos de los pájaros.

Álvarez ha colaborado en varios estudios con Alberto Velando, investigador en aves marinas de la UVigo, quien, a falta de los necesarios estudios, desconoce si la cuarentena podría haber beneficiado a las colonias de gaviota patiamarilla, cormorán y otras especies de la ría. En todo caso, señala que la época de máxima interacción con el ser humano tiene lugar en verano. En los meses anteriores, el turismo náutico en Cíes, comenta, es "relativamente bajo".

Y es que los científicos son muy cautos a la hora de establecer relaciones de causa y efecto, más aún cuando no existen todavía investigaciones al respecto. En el caso de la vinculación entre las altas temperaturas de la ría viguesa y las consecuencias del confinamiento sobre la fauna y la flora, José González, responsable de la plataforma Torallamar, señala que puede ser "un factor más".

"No es el único ni el más determinante a la hora de explicar que no se haya producido esa explosión de especies. Pero sí es cierto que al haber menos entrada de agua fría por la dominancia de los vientos del sur también hay menos entrada de nutrientes, el fitoplancton no prolifera y esto afecta al alimento disponible. El afloramiento más intenso se produce entre marzo y septiembre-octubre. Hasta ahora ha sido menos potente pero no sabemos qué va a pasar en verano", comenta.

Lo que sí es innegable es que la temperatura media de los últimos cuatro meses ha registrado valores "anómalos". y que en lo que va de junio los registros se mantienen dentro del rango habitual, aunque en la parte alta: "Llevamos unos días con viento del norte, pero la mínima no ha sido tan baja como en años anteriores. No ha pasado de los 15 ºC, cuando otros años estaba en torno a los 14 ºC".

"Estos meses ha coincidido así debido a la influencia del régimen de vientos, pero no sabemos si seguirá igual todo el verano ni si en la primavera del año que viene se repetirá este patrón o se registrará el opuesto. En 2016, la temperatura media estuvo por debajo de lo habitual y en 2017 y 2020, por encima. Todavía no podemos hablar de una tendencia vinculada al cambio climático, pero lo ocurrido sí está relacionado probablemente con el incremento de valores extremos y de situaciones anómalas", resume José González.

A pesar de que la ausencia del ser humano en el mar no se ha traducido en un auge de su riqueza animal y vegetal, la costa gallega ha seguido registrando en las últimas semanas apariciones de especies procedentes de otras latitudes o ejemplares sorprendentes por su tamaño y localización.

Un ejemplo es el pez volador - Cheilopogon heterurus, pues se trata de una especie más propia de aguas tropicales pero que en los últimos años visita Galicia todos los veranos.

Y hace solo unos días, buzos de la empresa Insersub se encontraron con un caballito de mar en las inmediaciones del astillero vigués Armón. Era un ejemplar macho de Hippocampus guttulatus y estaba preñado según pudo comprobar el biólogo que lo filmó, Álex Chamorro, asombrado ademas por su presencia en un entorno tan degradado.

El caballito de mar embarazado que se pasea por el astillero

El caballito de mar embarazado que se pasea por el astillero

También este mes un pescador deportivo de Baiona, Emiliano López, presumió de captura. Un espectacular abadejo de más de 6,230 kilogramos. que atrapó con caña el pasado día 4 desde su lancha frente a Cabo Silleiro y en una zona de 60 metros de profundidad.

José González - Responsable de la plataforma de observación Torallamar (UVigo-CIM): "Estas anomalías son cada vez más comunes"

La temperatura media de las aguas de la ría el pasado febrero fue de 14,10 ºC frente al promedio de 12,87 ºC registrado para ese mes por el observatorio Torallamar desde 2013, cuando arrancó sus series en continuo. Y así se ha mantenido hasta mayo., con cifras de récord para los últimos siete años.

"Es normal que unos meses tengan una temperatura más alta y otros más baja. En abril de 2017 la media también fue más elevada de lo habitual y alcanzó los 15,65 grados. La de este año fue de 15,81. Pero lo más llamativo es que las temperaturas mínimas no han bajado de los 13-14 grados durante cuatro meses seguidos cuando en la misma época en años anteriores hubo muchos episodios de 11-12 grados y en algún mes se llegó a los 10 grados", destaca José González, de la Unidad de Oceanografía de la Estación de Toralla (Centro de Investigación Mariña-Universidad de Vigo).

El responsable del observatorio añade que los datos obtenidos en otros puntos de la Ría que no registran en continuo también revelan que la temperatura ha estado por encima de los últimos años.

Atribuir este calentamiento al cambio climático requiere de series temporales mucho mayores, pero González sí lo relaciona con el aumento de eventos extremos derivados de dicha emergencia global. "Estas anomalías son cada vez más comunes. Lo vemos en la meteorología, con primaveras más lluviosas o inviernos más cálidos de lo habitual. De momento, no podemos hablar de una tendencia en la ría, pero sí de una desviación", sostiene.

Alfredo López - Biólogo de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (Cemma): "Los avistamientos son los habituales"

"Los datos que tenemos no reflejan nada sorprendente ni diferente durante el confinamiento. Los avistamientos son los habituales de esta época. Los cetáceos están más tranquilos, eso seguro, y llevan una vida más relajada. Pero siempre entraron en los puertos y el tiburón peregrino pasa todos los años por aquí", aclara Alfredo López sobre los efectos del confinamiento entre las poblaciones de mamíferos marinos.

Los ciudadanos reportaron muchos avistamientos desde las ventanas de sus hogares en los últimos meses, pero al no poder visitar las playas cayó el número de varamientos advertidos y atendidos por Cemma, que no dejó de trabajar durante la cuarentena.

"En abril se redujeron un 20%. Sin embargo, ahora, encontramos ejemplares varados desde hace 3 meses. Así que al final seguramente tampoco aquí habrá diferencias respecto a otros años", añade el experto.

El biólogo de Cemma plantea la posibilidad de que los cetáceos puedan seguir disfrutando de un entorno más tranquilo si la actividad de embarcaciones deportivas es más reducida este verano. "Podría ser. Nosotros no hemos retomado todavía nuestras campañas de ciencia ciudadana porque faltan protocolos", comenta.

También está por ver si se repetirá la proliferación de quenllas o tiburones azules en las rías gallegas: "Es posible que vuelvan a verse y estaremos pendientes. Hay que recordar a los ciudadanos que no son peligrosos y que deben devolverse al mar tomando precauciones".

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