Los pacientes, solos con sus miedos y angustias. Sus familiares, que no les pueden coger la mano y, en el peor de los casos, tampoco acompañarle en sus últimos momentos. Las personas con enfermedad mental que viven en pisos tutelados y a los que se les agrava la patología con el confinamiento. Los profesionales, que pueden sentirse desbordados en el pico de la actividad y, después, venirse abajo cuando revivan situaciones traumáticas o ser incapaces de conciliar el sueño. El Servicio de Psiquiatría del Chuvi se ha reorganizado para poder atender la nueva demanda de atención que ha surgido con esta pandemia, sin descuidar el resto. Ha creado dos equipos de psiquiatras y psicólogos para coordinarla.

Atienden casos desde el primer día y poco a poco han ido habilitando canales de comunicación para llegar a todos los que lo necesitan, según cuenta el jefe del servicio, José Manuel Olivares. Tienen líneas directas con Primaria y el resto del hospital y han creado una cuenta de correo específico.

El doctor Olivares cuenta que la intervención es similar al de otra tragedia: "Importa poco si es un virus, si explota una central nuclear o si se cae un autobús escolar por un barranco. Tienes que atender una situación excepcional, inesperada y que altera la forma normal de aceptar los problemas". Lo que hace especial a esta es la circunstancia añadida del confinamiento, por ejemplo, en gente que vive sola o, al contrario, que están con mucha gente en espacios pequeños. También por la imposibilidad de acompañar a un paciente y de compartir presencialmente el duelo ante una pérdida. "Esos ritos tienen una función catártica para adaptarte a la nueva situación. Si se complica, puede convertirse en un problema a largo plazo", explica.

Advierte de que los sanitarios se enfrentarán a diario a retos que pueden generar problemas psicológicos, pero confía en que "es una carrera vocacional y la mayoría saldrá adelante sin problema y con la satisfacción del buen trabajo". Les aconseja cuidar de sí mismos para cuidar a los demás.

Vaticina que, tras el confinamiento, "llevará un tiempo adaptarse a la normalidad", entre otras cosas, porque la realidad de muchos habrá cambiado. "Es difícil salir con confianza", admite y recomienda "centrarse en el día a día". Pasada la crisis, augura que en su servicio habrá mucho trabajo: "Tras el pico nos espera una cadena de montañas. Habrá que suturar heridas".