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El zoo, más animal que nunca por el virus

El estado de alarma vacía VigoZoo de visitas pero se mantiene el cuidado de los cerca de 200 animales que habitan en A Madroa

Los lemures del zoo con el conservador del zoo.

"Ellos no saben de coronavirus". El comentario, soltado de pasada y entre risas por Ana, cuidadora de VigoZoo, mientras rastrilla la parcela de los asnos de A Madroa, habría pasado inadvertido hace solo cinco semanas. En un país enclaustrado y sumido desde mediados de marzo en un estado de alarma, en el que el Covid-19 se ha convertido en el eje en torno al que orbita todo y todos, resulta sin embargo chocante. Para los cerca de 200 inquilinos con garras, pezuñas, escamas o plumas de VigoZoo el día a día sigue sin embargo como antes del confinamiento. Solo se diferencia en la afluencia de gente en el recinto. No hay grupos de escolares. Ni excursiones. Ni familias de visita. Pero sus horarios de comidas y cuidados son los mismos que a inicios de marzo. Quien sí ha visto trastocada su rutina es el personal del zoológico, que al igual que el resto de la ciudad ha tenido que adaptarse al estado de alarma.

Para ajustarse a las medidas marcadas por el Gobierno, el zoo echó la llave hace más de medio mes. Su cafetería está cerrada, no acoge excursiones, ni visitas guiadas, ni tours, su calendario de actividades está bloqueado y gran parte de las labores administrativas que habitualmente se realizan en A Madroa han pasado a cubrirse vía "teletrabajo", desde las casas de los empleados. La afluencia de operarios en el recinto también se ha recortado de forma visible. De la docena larga que suelen sumar a diario entre el equipo técnico, cuidadores, personal de mantenimiento, administración, hostelería y taquilla se ha pasado a cerca de seis.

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Los animales del Zoo de Vigo, ajenos al coronavirus

Quienes siguen trabajando en el zoo usan guantes de plástico y evitan las tareas que requieren un contacto directo. Por ejemplo, antes de que el coronavirus hiciera acto de presencia el equipo veterinario había planeado realizar análisis de sangre rutinario a los cobos, antílopes oriundos del sur de África. Para conseguirlo necesitarían sin embargo juntarse varios técnicos, así que la labor se ha pospuesto. Se mantienen los cuidados inaplazables y las urgencias. No es la única medida tomada por el personal para reducir al máximo el riesgo de contagio. Hace semanas cambiaron los walkie talkies, que suelen pasar de unas manos a otras, por sus móviles personales para comunicarse dentro del parque.

"Ahora lo normal sería tener colegios y visitas", explica Juanjo Vázquez, conservador del zoo. En vez de escolares, turistas y vecinos que se acercan a A Madroa para disfrutar de su reptilario o el mariposario, los pasillos del zoo están prácticamente vacíos. El cambio no pasa inadvertido a los animales. "Perciben que pasa algo. Se acercan a las vallas cuando te ven, notan el cambio", comenta Vázquez. Al no tener grandes simios, como gorilas o chimpancés, el zoo no tiene que aplicar los protocolos recomendados por la Eaza, la Asociación Europea de Zoos y Acuarios, para atajar cualquier riesgo de expansión del virus.

Además de los pasillos vacíos, el síntoma más visible que deja el Covid-19 en A Madroa es la paralización de las obras. Para cumplir las restricciones marcadas por el Gobierno, los trabajos que se estaban realizando en el recinto, como la ampliación del hábitat de los oxis, se han frenado. También el mantenimiento de las zonas ajardinadas o algunas tareas que se realizan para facilitar que los visitantes puedan apreciar bien los animales, como limpiar y eliminar el vaho de las pantallas de plástico de algunos hábitats.

El contraste será más evidente en Semana Santa, cuando en A Madroa se suelen organizar actividades para niños y el zoo recibe gran cantidad de turistas. Si el tiempo acompaña los días festivos pueden llegar a pasar por el recinto un millar o millar y medio de personas. Queda la incógnita también de qué pasará con el resto de la programación de primavera o incluso con la de verano, cuando a VigoZoo acuden también grupos de jóvenes.

El Covid-19 también está complicando, al menos de momento, que el zoo aumente su "familia". El recinto estaba pendiente de la llegada de una pintarroja -sería la segunda del recinto- del Museo do Mar de Galicia que se ha visto frenada por la crisis. Al cerrarse las taquillas han dejado de llegar además donaciones de tortugas de razas exóticas. Todas las semana es habitual que se acerquen a A Madroa dos o tres personas para donar sus quelonios, lo que supone un goteo constante de ejemplares.

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