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Una viguesa tras recibir el alta en Povisa: "Fue emocionante ver caras"

Adela Rico, que pasó trece días ingresada por el Covid-19 y recibió el alta hace una semana, relata su experiencia

Un paciente con coronavirus recibe una ovación al salir de la UCI CEDIDA

Cuando Adela Rico salió de la habitación del Hospital Povisa en la que estaba aislada, sintió una gran emoción por "ver caras". Llevaba trece días relacionándose solo con las dos compañeras de habitación que se sucedieron en la cama de al lado y con sanitarios con la cara cubierta de máscaras. Estaba deseando volver a casa, a pesar de que en ella le esperan otras dos semanas de confinamiento total hasta que le hagan las pruebas para ver si está curada. Ya ha transcurrido una y sigue "encantada". Aún no se ha hartado de estar encerrada. De hecho, tiene la impresión de que no va a querer estar con mucho gente. "Creo que le voy a tener miedo. No quiero contagiar ni que me contagien".

Adela, de 62 años, está convencida de que se contagió en un encuentro con otras once personas en el Balneario de Mondariz. Son varias las que han dado positivo. Al día siguiente, el domingo 8 de marzo, se encontraba "fatal", pero no le dio demasiada importancia y se fue a trabajar al día siguiente. El martes se acercó a su centro de salud. El médico que la atendió de urgencia le preguntó si había salido de la comunidad. Por aquel entonces, España superaba el millar de contagiados, pero en Galicia solo se registraban 18. Le dio una baja por gripe.

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"Una gripe que no curaba". Pasó la semana en cama, sin ganas ni de ver la tele, un poco ajena a lo que sucedía fuera. El miércoles la OMS declaraba la pandemia global. Nunca pensó que tuviera el nuevo coronavirus. "Era un dolor de garganta, distinto a los de siempre", describe. También tenía fatiga y dolor muscular. En la mañana del sábado 14, tras "no pegar ojo en toda la noche, con fiebre y nauseas", se fue para Urgencias de Povisa. Allí le hicieron la prueba. Ese día, el Sergas ya notificaba 23 contagios en el área. El suyo sería uno de los siguientes.

Adela recuerda el momento en el que se lo comunicaron: "Ahí ya fue cuando me asusté, como es nuevo para todo el mundo". El médico le pidió autorización para suministrar unos fármacos, pero tuvo que ser verbal, para no tocar nada. Le dieron pastillas, suero y antibiótico por vena. Le pusieron oxígeno y le recomendaron ponerse boca abajo para que se expandieran los alveolos. "Pero aguantaba poco". Lo peor eran el dolor de garganta, los de los músculos, las tiritonas... A los siete días empezó a encontrarse mejor.

Recuperó las ganas de ver la televisión -"vi que solo se hablaba de esto"- y de hablar por teléfono. Mucho. "Al principio no te apetece porque te fatigas, pero luego es lo que más te ayuda". Con la compañera de habitación con la que más estuvo compartían miedos. "Estábamos un poco asustadas". Todas las precauciones que veían que tomaba el personal aumentaba esa sensación. "Nos dijeron: 'Todo lo que entra aquí, hay que tirarlo". Escuchaban los aplausos del exterior a las 20 horas. "Yo les aplaudía allí, directamente. No me extraña que les alaben, son una maravilla", subraya.

Salió "nerviosa" de la habitación el día que le dieron el alta. "Fue bastante emocionante salir y ver caras". Le pusieron una bata y una mascarilla y le llamaron a un taxi. "Les dije: 'El taxista no me va a coger'. Pero sí que lo hacen", cuenta. Ahora está en casa, con su madre, a la que ya había contagiado, pero que no tuvo apenas síntomas. Comparten salón pero manteniendo las distancias. Su sobrina se encarga de llevarles la comida.

"Estoy muy contenta porque estoy muy bien", destaca y desea: "Ojalá todo el mundo se vaya para casa y se acabe esto". "Espero que esto nos cambie, que nos haga más humildes y que dejemos de preocuparnos por tonterías":

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