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Ayer un pabellón, hoy un hogar

El Concello aloja ya a 30 sintecho en O Berbés, en un plan inédito de asistencia: "Si hacen falta más recintos, los abriremos"

Acceso al pabellón de Berbés, donde el Concello ha instalado 38 camas para personas sin hogar. // M. Brea

Se da por asumido que los seres humanos nacen, crecen, algunos se reproducen, y mueren, y en ese mientras tanto del trayecto están cubiertos bajo un techo. Pero la cadena tiene a veces un eslabón que se rompe y todo lo demás se desbarajusta. "Nadie nace siendo una persona sin hogar; eso no es una etiqueta", explica Maribel Otero, coordinadora de Cruz Roja en Vigo. "Cuando se llega a eso es porque te surgen varia causas traumáticas, me puede pasar mañana a mí", refrenda Juan Carlos Pérez, trabajador social y coordinador del dispositivo de atención impulsado por el Concello en el pabellón de O Berbés. Allí, en el centro de la cancha, se disponen cerca de 40 camas para alojar a otros tanto sintecho, en un dispositivo de solidaridad extraordinario (además de higiene y pensión completa, se les practica un control para monitorizar sus constantes) para una situación extraordinaria de emergencia sanitaria por coronavirus. "No dejaremos a nadie sin atender", como insiste Abel Caballero.

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Al frente está Yolanda Aguiar, edil de Benestar Social. "No es un aluvión de una crisis sanitaria y decir, 'vamos a habilitar un pabellón', no, a estas personas hay que darles un tratamiento digno". Aguiar insiste en que la idea de abrir el recinto surgió desde es el primer minuto de la crisis, "pero desde el Ayuntamiento quisimos garantizarle un alojamiento individualizado, aunque es más costoso, pero es más seguro". En total 130 personas han sido ya realojadas, entre las 38 del Centro Integral de Inclusión y Emergencia Social (CIIES) del Concello, otros 38 de la mano de la Fundación Santa Cruz, 24 en pensiones y hostales, y los que pernoctan en el complejo deportivo, de momento unos 30. "Si hacen falta más, abriremos todos los pabellones que sean necesarios", avanza Aguiar.

El de O Berbés activa los engranajes sociales de Praza do Rei. Los trabajadores sociales y "equipos de calle" localizan uno por uno a los sintecho y les invitan a dormir en alguno de los recursos y, una vez dentro, se les toma nota de su situación (uno de los propósitos es realizar un censo; "el primer paso para poner soluciones", tercia Aguiar), reciben manutención, higiene y actividades (desde cine, hasta talleres y "retos") y pasan a estar confinados y asistidos por una veintena de profesionales. Podrán salir, pero no regresar; esa es la condición. "Si quiere venir, que sepa que va a estar 21 días encerrado", apostilla Juan Carlos Pérez, el coordinador.

"No van a estar en régimen militar", subraya la edil, "van a estar atendidos por un equipo técnicos de inclusión, trabajadores sociales, psicólogos, y vamos a intentar garantizar sus derechos". Es lo que la concejal denomina un "triaje" de solidaridad. A los que tenían un profesional "de cabecera", ya fuera en el albergue, en Érguete, Emaús, Santa Cruz o cualquiera de las entidades colaboradoras, se les mantendrá "para no perturbarles". A quienes no desean ingresar, el Concello ya preparara envíos de comida a los puntos donde suelen instalarse en la ciudad.

Al pabellón se accede por un pasillo de azulejo blanquecino hasta la cancha. Las camas yacen a un lado, separadas de la zona de comedor y esparcimiento por una pancarta. El horario de acceso es "preferentemente" de doce del mediodía a ocho de la tarde, sin perjuicio de cualquier emergencia. La comida procede del CIIES -la dieta la diseña semanalmente el nutricionista del centro-, y empresas y centros, desde el sector del peixe hasta el obradoiro municipal de pan, se han volcado en las donaciones de material y alimentos.

El dispositivo está dando resultado, teniendo en cuenta que los centros del Concello o subvencionados por el municipio no agotan sus plazas el resto del año. El decreto de alarma, pues, alarma. Y convoca a un perfil de sintecho que es itinerante. "Hay un poco de efecto llamada", asume Aguiar, "saben que en Vigo tenemos unos servicios sociales potentes". "Hemos tenido llamadas de Allariz, pero el confinamiento es para todos", aclara Juan Carlos.

La percepción de lo que comporta el Covid-19 es, a veces precisa, a veces contaminada, como en los demás, a diferencia de que ellos carecen de un colchón afectivo. Las circunstancias que acaban derivando a uno a la calle las explica Maribel Otero: "La desconexión con tu red de apoyo es lo que hace que la persona se sienta cada vez más alejada. A veces estamos ahí pero no es el momento de que esa persona acceda a los recursos. Y cuando se da ese momento, hay que estar".

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