A Antonio y a Abril sus familias solo los conocen a través de la pantalla del móvil. Van a tener que esperar, al menos, quince días para poder achucharles y darles la bienvenida a este mundo.

Antonio González Rendo llegó a él en la madrugada del lunes. Horas después de que se decretara el estado de alarma, decidió que era el momento de salir al exterior y su madre, Laura, empezó con las contracciones el domingo por la mañana. "Los días anteriores estábamos muy preocupados por cómo nos íbamos a encontrar el hospital cuando llegara el día", cuenta su padre, Yago. Como si los hubiera entendido, Antonio decidió adelantarse una semana y así llegaron el domingo a un Álvaro Cunqueiro en relativa calma. "Había poca afluencia, muchos profesionales disponibles y todos muy tranquilos", describe Yago.

Estos vecinos del Calvario habían logrado dos mascarillas para cuando llegara el día, por el miedo que les daba entrar por urgencias. Cuando las contracciones se producían cada 4 minutos, como recomiendan las matronas, se presentaron ante el mostrador con ellas puestas. No se la sacó hasta que ya la llevaron a la Unidad de Trabajo de Parto, Parto y Recuperación (UTPR). "Fue una guerrera. Mantuvo la calma en todo momento. Hasta que llegamos a la unidad, cada vez que se levantaba por las contracciones, se lavaba las manos", relata. Antonio llegó a las 3.07 del lunes, por parto natural, con la ayuda de la ginecóloga Laura y el matrón Víctor.

"La parte más compleja es la psicosis de estar en el hospital, por no saber cuáles son las circunstancias exactas. Son días de desconcierto", cuenta Yago y recuerda cómo se perdió por unas malas indicaciones y el miedo que sintió pasando por urgencias. "Te preocupa por la salud de la madre y porque el niño no tiene el sistema inmunológico aún creado", resalta. En la habitación, había personal que entraba con mascarilla y guantes y otro, no. "La supervisora, Angelina, estaba muy pendiente de que todos cumplieran, pero no todos lo hacían y te pones nervios", recuerda.

Es el primer hijo y el primer nieto. "Está siendo durillo no poder contar con la familia y los amigos. Es un momento de felicidad, pero no lo puedes compartir en persona", admite. Por lo que más pena siente es por no habérselo podido presentar a su abuela, que está en una residencia, y a su abuelo. "Con el resto de la familia, las nuevas tecnologías te echan una mano".

Llegaron a casa el miércoles y ahora se enfrentan al reto de hacer todos los trámites administrativos. La prueba del talón ya se la realizaron en el hospital para que no tengan que ir al centro de salud a hacerla. Se hará así en todos los casos. Era una medida que ya estaba planteada y que se ha adoptado ante las actuales circunstancias.

En pleno momentos de trámites está Susana Rodríguez para inscribir a su hija Abril, que nació el pasado jueves a las 4 de la mañana. Tres abuelos pudieron conocerla esa madrugada. Todavía no había restricciones. Pero poco después, esa misma mañana, ya les dijeron que solo podía entrar en la habitación su pareja. El viernes empezaron a entrar en su habitación con mascarilla. Tampoco podían salir mucho de la habitación y su pareja se encontró la cafetería cerrada cuando el sábado fue a desayunar. Comió sus sobras. Cuando ese día salieron del hospital, su mayor miedo era cruzarse con gente. Decretaron el estado de alarma al poco de que llegaran a casa. "No sé ni cuándo fue. Estábamos como en una nube. Nos enterábamos de las cosas por el teléfono", cuenta. A principios de esta semana intentaba registrarla, pero no tenía suerte llamando al registro. "Están interrumpiendo el plazo de todos los trámites", señala. Le preocupaba más la prueba del talón. El resto de niños que nazcan ya no tendrán ese problema.