Yo fui amigo del Padre Carlos, el fundador de la Misión del Silencio. Me arrepiento de no haber escrito el libro sobre su vida que un día me sugirió. Estaba yo demasiado estresado como para escribir nada más. Pero Carlos, un dechado de bondad, siempre sonriente salvo cuando se enfadaba, se nos fue, murió. Y y creo que quedó al frente de las monjas seglares, dando camas y comida hasta que no dan abasto, la Hermana Guadalupe. Me dice alguien que estuvo con la Hermana Guadalupe, continuadora de la Misión del Silencio, Medalla de Oro de la Ciudad de Vigo, que la situación de la Misión no es envidiable, pues tiene agujeros por todas partes aunque ellos tienen por norma no pedir en espera de que sea la Providencia quien lo decida por medio de benefactores. El caso es que la Providencia anda un poco rezagada y la institución se las ve y se las desea para cumplir sus compromisos. ¿Alguien con poder económico y político leerá esto y dejará de mirar hacia otro lado? Desde hace muchos años la Misión del Silencio quita las castañas al fuego al Ayuntamiento, Xunta y a los mismos ciudadanos, procurando con su protección a los necesitados que coman y duerman. ¿Nadie va a ayudarles?

Aquellos cines del viejo Vigo (2)

El otro día hicimos aquí memoria de los cines vigueses,porque sabemos que nuestra parroquia lectora principal tiene ya cana la memorial. Federico Santos "Frichi", que es médico por cuyas manos pasaron legiones de vigueses, dice que del teatro cine Fraga se acuerda de que el día de su inauguración en 1948 fue magnífico. "Yo era un crío -dice-, pero para mí quedó grabado como un Titanic cinematográfico. Aparte del cine en sí, mi padre tenía acceso al domicilio por una puerta escamoteada a la izquierda de la entrada al hall. Como teatro me acuerdo de un par de espectáculos, un concierto de piano y un ballet clásico. Para adquirir las entradas pasabas por la ventanilla donde estaba aquél señor tan amable que nos daba las insignias y él recibía un purito por aquellas "entradas reservadas". Del Fraga nos pasamos al Niza donde D. Clemente era muy amigo de mi padre y siempre teníamos un pase para el "programa doble, sesión continúa", o sea, pasarse toda la tarde dentro de aquella inmensa sala, donde los servicios y el bar quedaban allí arriba, por lo que alguna madre, cuando un hijo le decía que tenía ganas de "pum", ella le bajaba el pantalón y a quien se la dé, San Pedro se la bendiga. Si fuera un pis, podía venir la riada de 20 filas más atrás. Otro cine a destacar era el Cinema Vigo, que decían que a uno le sacaban las pulgas a saltos. Si te atrevías a ir a La Barxa, tenías que entrar con cuidado, pues si veías una ¿butaca? libre, cuidadín cuidadín,ya que a lo mejor no tenía tabla y te ibas al suelo. Otros cines para recordar eran el Odeón, Plata, Rosalía Castro, Vigo, Casablanca, que luego fue el Ronsel, y de postre dejo el Tamberlick. En el tercer anfiteatro no había ni sillas. Eran tablas corridas y allí iba lo mejor de cada casa. Ponían un acomodador ad hoc, enorme y pasota, para imponer un poco de respeto. Una vez un espectador le dijo: "Acomodador, aquí se están cagando". "¿Y a mí qué?", le respondió. "Es que es en su puñetera madre". Y allí comenzaba la guerra.

El primer amor de Cunqueiro

Y a todos los que estéis interesados en nuestros prebostes de la literatura: leed las paginas que en el suplemento de este mismo periódico dedicamos a las primeras cartas de amor de Cunqueiro, halladas nada menos que en Argentina. Por un azar, las descubrimos en una caja del un desván .