Hace apenas tres días nos dejó Almudena Bergareche Gros: amiga, compañera, profesora, decana, e intelectual comprometida y ejemplar. Los que la tratamos con frecuencia pudimos disfrutar de una persona de amplia formación, generosa, inteligente, trabajadora y extraordinariamente divertida, rasgos que compartía con su compañero José María Ordóñez.

Durante los primeros años de su andadura académica, Almudena estudió el concepto de "Constitución interna" empleado durante la Restauración española, concepto que siempre entendió como el núcleo jurídico-político del constitucionalismo histórico español, y como la clave interpretativa de la vigente Constitución. Aunque también llegaría a ocuparse de otras cuestiones típicas del Derecho Constitucional, lo que sobre todo le interesó fue conectar las normas, instituciones y doctrinas constitucionales con el orden social en el que inevitablemente surgen y en el que se insertan. Su creación científica abarca monografías, artículos científicos, traducciones e incluso publicaciones en otras lenguas. Su edición de La Constitución en sentido material, obra cumbre del jurista italiano Costantino Mortati, se ha convertido en la referencia imprescindible para el estudio de este concepto central del constitucionalismo actual. Ello le ha valido el reconocimiento de numerosos académicos de otros países, especialmente de Italia.

Almudena siempre promovió el trabajo en equipo. Así fue como dio vida y, durante muchos años, dirigió un seminario que reunía mensualmente a personas no siempre pertenecientes al ámbito académico. Con ellas debatiría en los últimos meses acerca de los desafíos para la democracia constitucional planteados por la crisis.

En los últimos años, Almudena también emprendió una inconmensurable labor como decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y del Trabajo. Estuvo respaldada por un excelente equipo y el siempre inestimable soporte del personal de administración y servicios, cuya labor tanto respetaba. Con el apoyo de unos y otros sacó adelante un proyecto de facultad más transparente, más humano y profesionalmente más amplio.

De ella heredamos un concepto de democracia como urgente necesidad y promesa, una democracia por venir en la modalidad futura del presente vivo. Lejos de renunciar al deseo emancipatorio, hay que empeñarse en él hoy más que nunca como aquello que, por encima de todo, es lo imperecedero e indestructible del legado de Almudena.