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25 años truncados por una obsesión

Ana Enjamio tenía solo 25 años y acababa de firmar un contrato en la empresa donde empezó como becaria - César Adrio la hostigó y asesinó al no aceptar que ella rompiese con él

La joven Ana Enjamio fue víctima de un crimen ocurrido hace tres años en Vigo. // Fdv

"Non parecía a miña Ana". Así recordaba en el juicio la madre de Ana Enjamio aquel agosto en que percibió que su hija, siempre "cariñosa", estaba extrañamente "nerviosa" y "arisca". Lo notó también su hermano. La joven, que vivía en Vigo desde que los estudios universitarios la habían traído a esta ciudad, estaba pasando unos días en su domicilio familiar de Boqueixón (A Coruña), a donde iba con frecuencia. Era el verano de 2016, la época en la que esta chica que acababa de afianzar un contrato en la empresa donde llevaba un año como becaria comenzó a sufrir una auténtica pesadilla en su vida personal. Un obstinado "hostigamiento" por parte de un compañero de trabajo con el que había tenido una relación que terminaría, a finales de ese año, con ese hombre, César Adrio Otero, asestándole 28 puñaladas tras la cena de empresa navideña. Justo esta semana, la del tercer aniversario del crimen, un jurado popular ha declarado por unanimidad a este vigués culpable del "perseverante" acoso y el asesinato con alevosía y ensañamiento de la víctima. Ahora espera en prisión la sentencia que derivará del veredicto: afronta una pena de hasta 32 años de cárcel.

Ana solo tenía 25 años cuando César, que no aceptó la ruptura y actuó movido por un deseo de "posesión" y "obsesión", truncó su vida la madrugada del 17 de diciembre de 2016 en el portal del edificio de la avenida de Madrid de Vigo en el que ella residía con dos compañeras de piso. Natural de Boqueixón, municipio próximo a Santiago de Compostela donde pasó su infancia y adolescencia, estudió Ingeniería Industrial en la Universidad de Vigo. "Era responsable, siempre se esforzó mucho en los estudios, para tener la beca", relató su madre en la vista oral por el asesinato. Era un joven familiar, como también destacaba esta mujer: "Era muy buena conmigo".

Tras obtener la licenciatura, en 2015 empezó a trabajar en la sede de As Gándaras (Porriño) de una firma del sector de la automoción también con presencia en Portugal. Al principio como becaria. Allí conoció a César Adrio, entonces de 37 años y ya veterano en la empresa. A finales de año empezaron una relación que ocultaron a su entorno laboral y personal. Ana rompió con su novio, Samuel, con el que llevaba desde los 18 años. César dejó a su esposa, con la que tenía dos niños.

Ruptura

En marzo de 2016, como refleja el contrato de arrendamiento incluido en el sumario judicial y que es uno de los documentos que sirvió al tribunal de "elemento de convicción" en su veredicto, se fueron a vivir juntos a un piso de Sanjurjo Badía. Pero la convivencia no duró muchos meses. Cesó en julio, con la ruptura de la relación.

Ese verano empezó, sostuvieron las acusaciones y ve acreditado el jurado, la pesadilla de Ana. César no aceptó que lo dejase y dio inicio a un "hostigamiento y control" sobre ella para saber lo qué hacía y obstinado en que volviera con él. Ese fue el agosto en el que en su casa de Boqueixón notaron que la chica estaba "arisca". Su familia conocía que a principios de año había cortado con Samuel, ella misma se lo había comunicado, pero nunca dijo nada del noviazgo con Adrio. "No conocía la relación, sabía que tenía un compañero llamado César, pero hablaba muy poco de él", testificó su madre.

Amigas

Y es que no fue hasta acabada la relación cuando, a raíz de los incidentes que empezó a protagonizar el ya culpable de su asesinato, Ana se lo acabaría confesando a unas compañeras de trabajo, que ya venían sospechando desde tiempo atrás. A estas amigas les refirió que estaba "agobiada" por el acoso y les concretó varios desagradables episodios vividos.

Las acusaciones expusieron en sus alegatos previos al veredicto que ese hostigamiento se generó sobre todo a raíz de que la ingeniera retomase el contacto con Samuel, primero como amistad y después reemprendiendo el noviazgo que los había unido desde muy jóvenes. "César estaba completamente obsesionado y no lo pudo soportar", dijeron del acusado. Prueba de que las cosas con su novio de siempre le volvían a ir bien, estimó el jurado, es que Ana fue con el chico a Lisboa en el puente festivo de noviembre o se dejó aconsejar por él cuando en el Black Friday cambió de coche.

Éxito profesional

"Ana era ingeniera, muy guapa y con éxito profesional", describió la fiscal en el juicio sobre la joven. La Fiscalía, y así lo vio probado el jurado, está convencida de que la chica nunca temió que César la atacase físicamente. Su miedo eran los "escándalos" que le montaba, pero no desconfiaba de que aquello pudiese ir a más. Y el 16 de diciembre de aquel convulso 2016 llegó la cena de empresa en un céntrico hotel de Vigo. Como cualquier otra joven de su edad, Ana se preparó con ilusión para una noche de fiesta con sus compañeros. Por la tarde fue a hacerse la manicura y estrenó zapatos.

Pero aquella madrugada acabó de forma trágica. César, que dos días atrás había oficializado en el juzgado su divorcio con su exmujer, comentaría esa mañana previa a la cena a una compañera de trabajo que lo estaba pasando mal por su "relación inacabada" con Ana. "Ella no acabará conmigo, pero tampoco con otro", dijo. Horas después esas palabras se convertirían en realidad. Tras la referida cena, pasadas las cinco de la mañana, la joven ingeniera volvió a casa. De camino en el coche wasapeó con Samuel, que estaba en otra celebración navideña. Al día siguiente iban a volver juntos a Boqueixón. Me duelen los pies, le escribió ella, diciéndole que estaba cansada y ya se retiraba. Pero nunca llegó a su piso. César Adrio, como declaró el jurado, la abordó y mató de 28 puñaladas en el portal del edificio. Ana no tuvo la más mínima posibilidad de defenderse.

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