"Nunca denuncié ni pensé en separarme por vergüenza; lo que yo pasé ni lo vio nadie ni dije nunca nada". Este relato corresponde a parte de la declaración de una viguesa en el proceso penal contra su exmarido, al que acusa de golpearla, insultarla y humillarla durante los 49 años que duró el matrimonio. Tanto la Fiscalía como la acusación particular solicitaban penas de prisión para el esposo -entre dos y tres años- por delitos de lesiones. Por su parte, la defensa, que rechazó un acuerdo de conformidad en la primera vista fijada en octubre que finalmente tuvo que suspenderse, pide la libre absolución: afirma que no existió ninguna agresión y niega que el encausado controlase a su mujer o no la dejase ir sola fuera de casa, alegando que la mujer iba a donde quería, como a actividades en la asociación, a cursos o a misa, para lo cual llevó, entre otros, al cura de la parroquia como testigo.

Así lo reconoció el acusado en su declaración. El hombre aseguró ser "el primer sorprendido" por la denuncia ya que, reitera, "nunca amenacé a mi mujer, ni le pegué". "Ella era libre, la dueña de su casa y administraba el dinero, cuando lo necesitaba lo pedía. Lo que dice son barbaridades; ni soy agresivo ni prepotente", argumentó el varón durante su turno de comparecencia. Sus palabras vienen a colación del testimonio de su ya exmujer, quien relató tres episodios de malos tratos físicos así como faltas de respeto o insultos que presuntamente le profería el encausado. "La primera fue en Bueu cuando le regañé por llegar tarde, me bajó por unas escaleras y aunque esquivé alguna, otras me las llevé. También cuando nos dirigíamos a casa de unos amigos, se enfadó, me dio dos bofetadas y me echó del coche. La última fue en casa, rompí una tulipa de la habitación de las niñas, cuando la vio rota se puso loco y en el pasillo me dio dos patadas en el culo", aseveró la mujer.

"Vergüenza"

Preguntada por la Fiscalía el porqué de la demora en su divorcio o puesta en conocimiento de la Justicia estos hechos, la denunciante aseguró que en esos momentos "solo podía llorar". "Nunca le repliqué, llegué a quererlo muchísimo y luego sentí una gran vergüenza". "¿Cuándo se da cuenta de que no es vergüenza, sino maltrato?", insistió la fiscal, a lo que la denunciante relató que sufría "dolores en el corazón". "Me daban taquicardias. Mis hijas me lo decían pero yo no era capaz, me bloqueaba, sentía que no podía, que no era capaz de dar el paso. Al final me daba hasta miedo. Tenía muchísimos problemas, para ir a comprar o casi al hacer cualquier cosa me santiguaba hasta 20 veces porque nunca nada le estaba bien", relataba la mujer a la sala de lo Penal 2 de Vigo.

Sobre la denuncia se pronunció también el acusado, que narró el momento en el que su mujer decidió irse de la casa que compartían. "Hasta ese día no nos había pasado nada. Yo tenía que comer una cantidad controlada de comida, y ella tenía que pesármela y pisarme la comida; ella era la que cocinaba y yo le dije que siempre me ponía mucha comida en el plato. Tras esto dijo que se iba a casa de mi hija, y ya no volvió", recuerda el hombre, quien cuenta que desde la denuncia sus hijas tampoco han vuelto a hablarle.

Además de insultos y golpes, la mujer también profirió casos de amenazas por parte de su exmarido. "Me daba empujones y me decía que si me divorciaba me sacaba de en medio. Era prácticamente diario. A las niñas no les dejaba sacar el carné, decía que una mujer para qué. Es totalmente machista y dictador. [...] Jamás lo vi hacer una cama, fregar un plato, coger una escoba o simplemente llevarme un vaso a la cama cuando me encontraba mal", explicó la mujer, quien cuenta que llegó a incluir una vivienda que recibió en herencia como parte de los bienes gananciales "para ver si cambiaba". "Le puse la casa a mi nombre a ver si me respetaba un poquito", lamentó.

A raíz de esta situación, la mujer sufrió un síndrome ansioso reactivo y recibió psicoterapia de apoyo.