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Cinco hermanos con vocación cosmopolita

Realizaron parte de sus estudios en el extranjero y hoy trabajan para la ONU o empresas como Nissan en Japón, Suiza, Alemania y Vigo

Cinco hermanos con vocación cosmopolita

"Nuestros padres siempre tuvieron claro que salir al extranjero y hablar otras lenguas nos ofrecería más oportunidades. En aquella época no era tan habitual pensar así, pero todos estudiamos parte de nuestra carrera en otro país o nos fuimos fuera a trabajar. Y no sé si ahora se arrepienten", bromea Francisco, el hermano mayor, sobre la diáspora de los Montenegro Villacieros.

Él acabó su carrera de ingeniería industrial en Belfast, pero el primero en hacer la maleta como "erasmus" fue Carlos, el segundo y único economista, para poner rumbo a Finlandia. "Siempre tuve la idea de salir. La experiencia te abre los ojos, te quita miedos y luego piensas por qué no seguir", relata desde Japón, donde es responsable de las ventas de Nissan en todo el mundo.

Ambos trabajaron en la empresa de su tío paterno, relacionada con el embalaje, en un momento de expansión por Europa, Asia, Latinoamérica o EE UU. "La ingeniería y el emprendimiento están en los genes o la cultura de la familia. Fue una época muy interesante porque viajamos mucho y todo era muy dinámico", recuerda Francisco, que desde 2008 forma parte de la plantilla de Otis Marine. Y aunque reside en Vigo sigue desplazándose a astilleros de todo el mundo como los finlandeses de Turku como encargado de la planificación y el seguimiento del montaje de ascensores y escaleras mecánicas en grandes trasatlánticos.

También Carlos invierte parte de su tiempo en viajar por todo el planeta. Después de trabajar durante dos años en París, se trasladó a Hong-Kong para hacerse cargo de todas las ventas corporativas de Infiniti, la marca de lujo de Nissan, y en 2016 dio el salto a Japón para dirigir las operaciones globales de la compañía.

"Me atrae mucho seguir viajando y aprendiendo. Trabajar a este nivel te da una perspectiva de lo que ocurre en todo el mundo. El sector va a cambiar muchísimo y hay que adelantarse. Además de avanzar con el vehículo autónomo, también debemos tener en cuenta que las generaciones más jóvenes no están interesadas en poseer un coche y que el servicio será la movilidad", apunta.

Belén es la tercera hermana de la saga. Todos estudiaron en el Santa Irene y, a igual que Francisco y Carlos, ella se formó en el campus vigués. Siempre había tenido "curiosidad por el espacio" y eligió Ingeniería de Telecomunicación. Realizó el proyecto fin de carrera en Eindhoven, se doctoró en Lovaina y trabajó durante un año en la Oficina Nacional de Estudios e Investigación Aeroespacial de Francia (Onera) antes de incorporarse en 2013 al Joint Research Centre de la Comisión Europea en Ispra (Italia).

"Siempre me sentí muy atraída por salir y cuando ves que eres capaz de hacerlo igual de bien o incluso mejor que los demás te animas a seguir la aventura. No fui una alumna brillantísima, me costó una barbaridad sacar la carrera pero me di cuenta de que en Vigo eran tan exigentes que al acabar podías resolver cualquier problema", comenta.

Desde el pasado junio, Belén forma parte de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), un organismo de la ONU creado en 1865 y con sede en Ginebra. "Siempre lo tuve en el punto de mira, como el lugar más alto en el que trabajar. Y ya no me moveré más", bromea.

"Pertenezco al grupo que coordina los satélites. Cualquier país o institución debe pedirnos permiso antes de un lanzamiento y nosotros le asignamos una órbita y una frecuencia para no crear interferencias con los que ya están en el espacio. Es muy interesante", destaca.

Es la primera vez desde la carrera que Belén tiene un proporción similar de compañeras y compañeros. "En Italia era la única chica del grupo y en todos mis trabajos la mayoría eran chicos. Pero nunca supuso ningún problema. En mi casa todos hacíamos de todo, no había diferencias. Y tampoco fuera. Hice lo que me gustaba y punto", reflexiona.

"El reto sigue"

Roi y Santiago son los dos hermanos pequeños. El primero, ingeniero industrial, regresó este año a Vigo desde Pamplona, donde trabajaba en una empresa de fabricación de piezas de molinos eólicos y viajaba con regularidad a Alemania o Turquía. "Me he cambiado al sector de la automoción, en el que todo avanza mucho más rápido y es muy exigente. El reto sigue y estoy muy contento", apunta.

Roi dudó entre seguir la "tradición" de la ingeniería o decantarse por la marina civil. "Menos mal que no la elegí porque hubiese sido muy duro", bromea. A él le tocó compartir habitación en la casa familiar de Goián con Santiago, que es ingeniero en Aeronáutica y en Materiales y completó su formación con un máster en drones en Cranfield (Reino Unido).

En 2018 regresó durante unos meses a Vigo después de cuatro años en una empresa de Hamburgo que trabajaba para Airbus. Tuvo que someterse a una importante operación a la que resta importancia y, junto a su hermano Francisco, diseñó, fabricó y programó un dron autónomo solar para ayudar a las ONG a detectar barcos de refugiados en el Mediterráneo. El prototipo está listo a la espera de interesados.

Desde enero de este año trabaja en Wingcopter, una joven empresa alemana radicada en Frankfurt, que desarrolla sus propios drones para la inspección de infraestructuras o cultivos, así como para la entrega de medicamentos en lugares remotos.

Con esta aplicación han realizado demostraciones en África, y Santiago dirigió hace unos meses uno de estos proyectos en Malawi que estuvo apoyado por Unicef. También planificó iniciativas en Irlanda y en Japón. "Hay muy pocas empresas en el mundo que hagan lo mismo. Nuestros drones son capaces de transportar 3 kilos a 81 kilómetros", subraya.

"Son proyectos bastante estresantes pero es muy atractivo cambiar de país y conocer otras culturas que te rompen los esquemas y te ayudan a aprender de la tuya. Siempre me produjo fascinación viajar y ahora tengo un trabajo que me lo permite y también hacer cosas de carácter humanitario", celebra.

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