Escribir estas líneas no es sencillo para mí. La muerte de Rafa, presidente del Real Club Náutico de Vigo y, sobre todo, amigo, ha supuesto un mazazo para todos los que hemos tenido el placer de conocerle.

Los que le trataban saben que Rafa era una persona tímida. Sin embargo, fue capaz de vencer esa discreción de la que siempre hacía gala para ponerse en primer plano cuando le pedimos que ocupara la presidencia del Real Club Náutico. De estos meses de trabajo a su lado, y creo que aquí hablo en nombre de todos los que conformamos su junta directiva, nos queda un maravilloso recuerdo. Su carácter conciliador, su prudencia, su saber estar y la gran labor que ha realizado en beneficio del club nos acompañarán siempre.

Rafa se ha ido, pero su recuerdo está muy presente. Los buenos momentos que vivimos con nuestros deportistas, de los que estaba tremendamente orgulloso, o su capacidad de ofrecer siempre una palabra de ánimo forman parte de la impronta personal de quien, pese a su brevedad en el cargo, es ya parte de lo mejor de la historia de esta entidad centenaria.

Nuestras inquietudes comunes sobre lo que debía ser el Náutico de Vigo y nuestra preocupación por el futuro de las que considerábamos nuestra segunda casa unió nuestros caminos. Un impulso común que, con el paso del tiempo y la multiplicación de los encuentros, se fue convirtiendo en complicidad y en amistad. Esa estrecha relación nos llevó a trabajar codo con codo junto al resto de la junta directiva de Justo González Ballesta e hizo que fuese para mí todo un orgullo ser su vicepresidente cuando Rafa asumió la presidencia. El mismo orgullo que tengo hoy de haber disfrutado de su compañía y de su consejo. El mismo orgullo que, con el tiempo, sobrepasará, sin duda, a la gran pena por su muerte.

*Vicepresidente del Real Club Náutico de Vigo