Me tocó compartir con Manuel Soto y aquella primera Corporación democrática la preciosa tarea de encarrilar en el urbanismo de Vigo un Plan General para los nuevos tiempos de libertad. Desde 1981 hasta la aprobación del Avance de 1983. Ahora, hojeando en la memoria, me viene bosquejado su estilo de gobierno en aquellos comienzos difíciles.

A Manuel Soto desde lo alto de su posición como primer Alcalde de la democracia siempre lo percibí como a un político leal. Tan leal con su equipo de gobierno como leal con los compañeros de la oposición, tanto en el acuerdo amistoso como en la discrepancia cuerpo a cuerpo,

Poseía en grado sumo una virtud en el político: en sus horas de alegato, de energía (y había muchas) tenía la habilidad de no recalentar en exceso los temas. Siempre dejaba margen a un posterior encantamiento, indispensable para lograr el entendimiento final.

De naturaleza amistosa, en cuanto supo y pudo, instauró la cordialidad como manera de trato cotidiano entre toda la Corporación Municipal. Relación que iba a ir más allá, para perdurar en forma de verdadera amistad a lo largo de los años. Creo que percibió que le había tocado vivir un momento que lo colocaba a los pies de la historia. Y ahí estás, compañero Soto.

*Exconcejal de Planeamiento Urbano