ESF se ha ganado la confianza de las instituciones gallegas, así como de los países con los que trabajan, en sus casi tres décadas de trabajo. La mayor parte de sus recursos proceden de la partida que la Xunta destina a cooperación: "Durante la crisis se recortó muchísimo, pero pudimos aguantar porque nos conocen y nuestros proyectos siempre son muy bien valorados. Nos tienen cierto cariño".

El Fondo Galego de Cooperación y algunos concellos también inyectan ayudas puntuales, además de los socios y donantes. La asociación tiene contratadas a cinco personas para trámites administrativos, dos en Galicia y tres en Honduras, pero el resto de la actividad es totalmente voluntaria.

Actualmente, ESF suma 170 socios. La sede principal está en A Coruña, en cuyo campus estudian la mayoría de miembros estudiantiles, pero también hay vigueses y de otras localidades. Y eso que Bolonia ha supuesto un importante hándicap en el principal caladero: "Los planes de estudio no ayudan a que tengan otras actividades. Antes el parón durante los exámenes era terrible, pero ahora es casi continuo. Hace años podíamos tener cien voluntarios. Ahora, entre 15 o 20. Ha cambiado muchísimo".