Carla Fernández Gandón se graduó este año en la especialidad de Tecnologías Industriales con un trabajo fin de grado en el que plantea la adaptación de una silla de ruedas eléctrica convencional para personas con daño cerebral con el fin de dotarla de interesantes prestaciones que mejoran su seguridad. Y además a un precio asequible.
"La idea surgió por dos caminos. Mi abuela utiliza una silla eléctrica y además visité la sede de Navia de Apamp (Asociación de Familias de Personas con Parálisis Cerebral) para conocer sus necesidades reales. Uno de sus problemas es que sufren muchos choques cuando se mueven hacia atrás. Y como me gusta mucho la automoción me planteé trasladar y adaptar las tecnologías que ya se utilizan en los vehículos para la detección de objetos. Mi objetivo fue plantear algo que se pudiese implementar y con costes reducidos. Por eso utilicé la plataforma de hardware libre arduino", explica.
Su mejorada silla de ruedas estaría dotada de un microcontrolador y de diferentes sensores para advertir al usuario de obstáculos traseros y delanteros mediante un sistema acústico y otro lumínico -basado en leds colocadas en el mando o joystick-, así como de las luces semafóricas para poder cruzar la calle con más seguridad. Las prestaciones también incluyen la geolocalización. "Y como línea de futuro planteaba en el trabajo la posibilidad de conectarla a una tableta", apunta Fernández, cuyo tutor fue el profesor José Luis González Cespón.
"Las sillas de ruedas más avanzadas disponen de este tipo de tecnologías pero tienen un precio elevadísimo. Lo que yo quería demostrar es que se podían conseguir mejores prestaciones y con un coste reducido. La implementación sería de unos 500 euros", destaca.
Carla Fernández acaba de empezar a trabajar en el centro de producción de Vincios de la multinacional francesa Plastic Omnium. Pero no le dio tiempo de incluir en su currículo el premio, ya que hasta el día de la entrega, que tuvo lugar el pasado martes, no podía hacerlo público.
