Tan solo unos metros separan su laboratorio del inmenso Pacífico y lleva dos décadas estudiando los efectos del cambio climático sobre los océanos de todo el planeta. Así que su llamada de atención no debería pasar inadvertida. "Me entristece la situación deplorable en la que se encuentra el mar La situación es muy mala y es muy urgente intervenir", lamenta la viguesa Débora Iglesias, catedrática de la Universidad de California en Santa Bárbara.

Oceanógrafa biológica, mantiene una relación "casi emocional" con el mar, ha desarrollado su carrera en los mejores centros de investigación del mundo y publicado sus hallazgos en revistas del prestigio de Science y Nature como el que obligó en 2008 a la comunicad científica internacional a replantearse las teorías sobre la relación de las algas y el efecto invernadero.

Ahora está a punto de publicar un libro sobre el futuro de la vida marina en un océano cambiante por encargo de la reconocida editorial World Scientific Press. "Además de los efectos del cambio climático quise incluir otras amenazas como la contaminación por plástico y petróleo. Está escrito de manera bastante pedagógica para entender todos los mecanismos oceanográficos y climáticos implicados", explica.

La publicación, ya disponible en Amazon y que también tendrá una versión en español, está dirigida a estudiantes de Biología, Ciencias del Mar o Geología, pero también a aquellos de la rama social interesados en esta problemática. "Casi todos los capítulos hacen una mención a la importancia que deberían tener estos procesos en la legislación. Las administraciones tienen que considerarlos a la hora de elaborar políticas", subraya Débora Iglesias.

"Todo acaba en el mar, los residuos de la minería, los vertidos farmacéuticos, el plástico... y eliminarlos es muy difícil. El pesticida DDT se prohibió hace casi 50 años pero recientemente se ha encontrado en sedimentos en zonas de Los Ángeles y puede pasar a la columna de agua. Los vertidos son muy impactantes, pero la mayor contaminación del tráfico marítimo se debe a las operaciones brutales de limpieza que llevan a cabo los barcos en alta mar o cerca de la costa. Y nuestra calidad de vida está en juego debido a los microplásticos y nanoplásticos invisibles que se bioacumulan y llegan a animales de los que nos alimentamos", plantea Iglesias sobre las principales amenazas.

"La maravilla y el gran problema de los océanos es que todo lo que llega a ellos se distribuye por el planeta. Las islas de plástico del Pacífico no fueron originadas allí, sino por países del hemisferio norte", subraya sobre la responsabilidad del mundo desarrollado en el problema.

La situación es tan crítica que le ha hecho replantearse algunas de sus convicciones sobre la manera de combatir los efectos de la actividad humana: "Hasta hace poco defendía que no había que tocar el mar, pero está tan mal que he empezado a participar en reuniones en las que se abordan las soluciones que se podrían dar desde la geoingeniería. Creo que como oceanógrafa debo formar parte de ellas y no descarto que en algunos casos esta intervención tenga que ser necesaria".

Iglesias, que se encuentra de año sabático, participó hace unas semanas en un encuentro de este tipo en San Francisco. Su idea es quedarse en Vigo hasta diciembre y después regresar a Santa Bárbara, donde es la subdirectora del departamento de Ecología, Evolución y Biología Marina y dirige su propio grupo desde 2012.

Un laboratorio natural ideal

"La institución es el sueño para cualquier oceanógrafo y la zona constituye un laboratorio natural perfecto", destaca la viguesa. Está especializada en la acidificación del mar, que allí es extrema, y en los cocolitóforos, unas algas microscópicas unicelulares muy relacionadas con el cambio climático porque absorben dióxido de carbono en la fotosíntesis pero también lo liberan cuando producen las placas de carbonato cálcico que las recubren y les confieren su particular aspecto.

En su laboratorio también estudian los efectos de los vertidos de petróleo como el ocurrido en 2015 en California, el más grave en 25 años, por la rotura de una tubería subterránea. "Coincidió con un bloom gigantesco de cocolitóforos sin precedentes y un gran florecimiento de algas tóxicas. Nuestro estudios demostraron que el petróleo provocó un aumento de su toxicidad", revela.

Estos cambios originados en el fitoplancton por la acción del hombre siempre tienen su repercusión en otros procesos del océano. Otro ejemplo son los incendios forestales. A finales de 2017, la científica viguesa se vio obligada a abandonar su hogar ante el avance del fuego que calcinó las casas de algunos de sus colegas. Y en su grupo estudiaron los efectos de las cenizas y los escombros que llegaron hasta el océano.