El entorno de la Estación Marítima vivió ayer otra de esas mañanas de extraordinario ajetreo crucerístico donde concurrieron todas esas circunstancias para que quienes llegaban de Lisboa o los que partían hacia Barcelona recuerden para siempre la espléndida estampa que ofrecía la ciudad y de su ría. "Demasiado calor", era la única pega que ponía un matrimonio madrileño a punto de embarcar en el Zenith, todavía deslumbrado por las vistas a las Cíes su entrada en la bahía.
En el resto de comentarios de los 1.600 pasajeros que en total pasaron por la terminal de Atlantic Vigo Cruise predominaban "lo encantadora que es la gente viguesa" o "el encuentro con el pintoresco Casco Vello llegando desde la pasarela del Centro Comercial". Sensaciones que entre quienes llevaban años sin visitar la ciudad, como un grupo de amigas de León, causaba hasta sorpresa "porque nos ha parecido que cambió mucho. ¿O es que estamos alegremos por zarpar y todo nos parece así de bonito?".
Tal vez. Como también pudo haber contribuido el despliegue de agentes de la Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Portuaria coordinados para transmitir seguridad a las colas que comenzaban a formarse. O el amplio equipo de azafatas tan pendiente de que nadie quedase desatendido que acababa por ofrecerle ayuda a periodistas que ya quisieran aceptarla si estuvieran allí para disfrutar de la travesía. Y para los responsables de Altantic Vigo, el otro factor que influyó en el ánimo de esta multitud concentrada a 30 grados fue la celeridad en la gestión de sus maletas.
El nuevo terminalista sacó pecho con la eficiencia y agilidad en la gestión de la segunda escala del año con final y salida de ruta de Pullmantur: 1.900 equipajes, 800 de desembarque, en 40 minutos, y los restantes embarcados a lo largo del día hasta que el Zenith soltó amarras a las seis de la tarde.
