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La conexión viguesa con los arrecifes de coral

La científica Iria Fernández Silva participa en un estudio en la isla de Palau (Oceanía) que revela diferencias genéticas entre caracoles que viven en zonas cercanas pero más o menos expuestas

La investigadora de la UVigo Iria Fernández Silva.

Vivir en la cara más expuesta al oleaje o menos soleada de un mismo hábitat y beneficiarse de una mejor calidad de agua puede dar lugar a diferencias genéticas entre poblaciones muy próximas de la misma especie. La investigadora de la UVigo Iria Fernández Silva participa en un estudio internacional cuyos sorprendentes resultados revelan la existencia de estas variaciones en los caracoles marinos del arrecife de coral de la isla de Palau, en Oceanía. Y a la vista de estas conclusiones, la experta plantea la hipótesis de que podría ocurrir lo mismo en especies gallegas que se encuentran en las rías y también en mar abierto.

"Lo que aprendemos de unos ecosistemas aunque no siempre sea aplicable directamente a otros sí genera preguntas e hipótesis que pueden ser relevantes. Sería interesante hacer un estudio similar con especies presentes en Galicia", reconoce Fernández Silva, que pertenece al grupo de Genómica y Biomedicina de la institución viguesa.

Los resultados obtenidos en Palau acaban de ser publicados en la prestigiosa revista Coral Reefs. El autor principal es James Reimer, de la Ryukyus University (Okinawa, Japón), en cuyo laboratorio pasó parte de su trayectoria la investigadora gallega.

"Trabajé con él y con Taha Soliman, otro de los coautores del artículo, y mantenemos una relación muy fuerte de colaboración. Tenemos varios proyectos en marcha y planes para solicitar financiación europea que nos permita crear una red de laboratorios sobre arrecifes de coral", comenta.

El estudio en Palau surge de la colaboración entre la universidad japonesa y las autoridades de la isla, uno de los principales países del mundo en la conservación y gestión de los arrecifes de coral y cuyos "prístinos" ecosistemas marinos destacan por su elevada aunque poco estudiada biodiversidad.

La especie analizada es un pequeño caracol vermétido - Ceraesignum maximum-, un parásito de los corales que se incrusta en su estructura y que, aunque comestible, apenas tiene valor comercial. "Sería algo comparable al caramuxo", apunta Fernández Silva.

"La mayoría de los animales marinos tienen una fase larvaria que se prolonga durante mucho tiempo y que da lugar a la dispersión de las larvas y, en consecuencia, a la existencia de muy pocas diferencias genéticas. Esto es también lo que hace que la sobreexplotación de un lugar impacte en otro, porque comparten este acervo larvario. Sin embargo, el caracol que elegimos no tiene fase larvaria y resulta más sencillo encontrar diferencias genéticas. Es un organismo muy útil porque nos da pistas de la conectividad de Palau", destaca.

El equipo de investigadores analizó casi 600 muestras recogidas en 20 ubicaciones de la isla. Y los resultados revelaron una clara diferenciación genética entre los individuos procedentes de las zonas exteriores e interiores de los arrecifes.

"Existía algún indicio de la existencia de estas variaciones pero se trata de un estudio pionero. Parecía un poco insólito que la distancia no sea el factor más importante. Y otra de las conclusiones es que la calidad del agua también determina la diferenciación genética", subraya.

Los resultados marcan además pautas para la gestión de los arrecifes, ya que esta diversidad genética es muy relevante para el funcionamiento, evolución y conservación de las poblaciones de vermétidos asociadas a dichos ecosistemas.

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