Una historia de amor que acabó con la expareja y después cuidadora de un anciano constructor -con sus facultades mermadas- sentada ayer en el banquillo de la Sección Quinta de Vigo, acusada de apropiación indebida de 21.200 euros en efectivo, billetes casi todos de 500 euros, que habría cambiado por burdas fotocopias en un sobre en el que se guardaban 54.100 euros. En el estrado, como acusación particular, un abogado que es hijo de la víctima, que ha fallecido ya, por lo que se leyó en Sala la declaración que prestó en su día en Instrucción.

"Mi padre tenía debilidad por las mujeres, se casó tres veces. Era desconfiado pero estaba enamorado, por eso tenía plena confianza en ella, que llevaba la llave del lugar donde se guardaba el dinero al cuello", explicó el letrado. Él fue quien descubrió que la acusada estaba autorizada en la cuenta bancaria donde su progenitor recibía la pensión, que era retirada en el mismo día sin que éste lo supiera y quien descubrió que en el sobre del dinero en casa había billetes falsificados que sustituían a los legales.

La acusada, María del Carmen G.B. se mostró "traumatizada" al enterarse en Sala de la muerte del constructor y negó de forma alterada todos los cargos: "Ni imprimí los billetes, ni pegué las copias, ni los metí en el sobre. Jamás le quité dinero a Manolo. Soy una persona humilde. Nunca tuve 500 euros. Sólo toqué los de Manuel, para mi no son falsos, son correctos", aseveró. Admitió que tenía en su casa un ordenador y una fotocopiadora en color con la que escribía las novenas de la parroquia de Fátima.

La mujer manifestó que conoció al constructor en un baile en Vigo y mantuvieron una relación, por lo que ella se fue vivir con él a su casa de Moaña. Año y medio después dejaban de ser pareja, pero él se vino a la casa de ella en Vigo para que le cuidara. Le pagaba 800 euros, aunque la mujer quería 1.200.

El día que se armó el lío

Carmen explicó al tribunal que vivieron juntos en su casa hasta "el día que se armó el lío". El hijo abogado del constructor, que con la crisis se vio endeudado con los bancos por lo que manejaba dinero en efectivo, solía entregarle cada mes entre 2.000 y 3.000 euros a su padre por algunos alquileres, entre ellos el de un bazar chino. Una vez retirado el dinero de los gastos, el hombre guardaba el resto en un sobre, en el que se anotaban las cantidades, dentro de un neceser y en un armario del comedor que tenía llave.

"Eran billetes de curso legal", insistió la acusada". Un día, recordó, el hijo del anciano llegó a la casa para llevarse el dinero y, al contarlo en presencia de su padre y la cuidadora de éste, comprobó que había 42 billetes falsos, hechos con fotocopias pegando el anverso y el reverso. "Manolo se puso muy violento, gritaba tengo que matar a alguien, por lo que llamé a la Policía, dado lo agresivo que estaba", relató la acusada.

Reconoció que en otras ocasiones el constructor la había acusado de robarle otras cantidades, por lo que solía grabar las conversaciones y el recuento de dinero que habitualmente realizaban juntos. Aseguró que el hombre tenía mucho carácter y "era difícil de controlar" , que solía estar solo por las tardes y que la llave del armario la tenía él y ambos acceso al dinero.

En la declaración previa a su fallecimiento, la víctima expuso que la mujer le exigió el pago anticipado de varios meses para cuidarlo; que tenía plena confianza en la acusada y por eso ella guardaba la llave del armario del dinero, que nunca se dio cuenta de que había billetes falsificados y que ella era una "artista" en trampas y engaños. Manifestó también que al principio de la relación le habían faltado 17.000 euros, pero la mujer le aseguró que los había cogido su hijo para comprarse un coche. El anciano explicó en el juzgado que se había enamorado y que en el momento de la detención le dio pena.

Uno de los policías que acudió a la vivienda explicó que le llamó la atención que la mujer imprimiese directamente desde su teléfono móvil a través del ordenador y la impresora que tenía. Lo que los expertos no pudieron probar es que el dinero falsificado se hubiera imprimido allí.

La Fiscalía mantuvo su petición de condena, 3 años de cárcel y la devolución de 21.200 euros, al igual que la acusación particular, mientras que la defensa pidió la absolución de la mujer. El juicio quedó visto para sentencia.