El PP llama y Corina Porro responde a la llamada. Así podría sintetizarse la última experiencia política que envuelve a la exregidora de la ciudad, convertida en una tabla de salvación del partido para remontar los malos resultados electorales. Porque decir Corina Porro es también remontarse a una época de la formación en la ciudad que, con comparación con la de la actualidad, parecería fuera de su alcance.

En 2003 se convirtió en la primera mujer que se hacía con las riendas del gobierno municipal y los resultados de las elecciones municipales de 2007 le dieron un espaldarazo de 14.000 votos y tres ediles. Llegó hasta los trece y se quedó a un puñado de votos de conseguir la mayoría absoluta. Entonces, triunfó la entente de PSOE y BNG que llevó a Caballero a la alcaldía, abriendo una hegemonía que no ha dejado de menguar las cifras electorales del PP en las municipales.

En 2011, Porro pasó una segunda prueba. De nuevo, y pese a la pérdida de un punto y medio de voto, cosechó un resultado que, en comparación con el último del partido, lo triplica. Pero tampoco conservar un capital de 60.000 votos le fue sufuciente. No a ojos del electorado, sino a los de su propia organización, que la defenestró para dar entrada a otros rostros y la colocó en la presidencia del Consello Económico e Social (CES). Manuel Figueroa fue uno, pero quien se batió el cobre ante las urnas fue la exconselleira de Facenda, Elena Muñoz, ungida por Feijóo para tomar el control del partido en Vigo. Los resultados son conocidos. En 2015, siete ediles y casi 29.000 votos; este último 26-M, la catarsis: cuatro concejales y 20.000 votos.

Enfermera de profesión, con experiencia como conselleira de Asuntos Sociais durante la época de Fraga, ahora Porro pone su reconocido carisma, su perfil conciliador y -sobre todo- su compromiso con el partido al que dice querer para atender una nueva llamada. Y, lo más importante, tratar de reflotarlo.