-Ven, que se lo preguntamos.

-Pero si ya lo ha dicho.

-¿Y qué? Vamos. Aprovechamos que lo tenemos aquí.

El salón de actos del Colexio San Salvador de Teis retumba entre risas y chillidos. El pabellón está a rebosar de chiquillos inquietos. Tanto, que para entenderse los dos jóvenes -separados por una media decena de pasos- tienen que hablar a voces, alzarse de puntillas y gesticular con las manos. De vez en cuando lanzan miradas nerviosas al centro del salón, al epicentro del revuelo, allí donde el alcalde choca palmas, saluda, bromea con alumnos y profesores y extiende los dedos índice y medio haciendo la "V" de Vigo.

-Venga, vamos a preguntárselo -insiste el primero, un adolescente moreno, pelo degradado, camisa amarilla y pantalones vaqueros de pitillo. Su compañero ladea la cabeza en señal de aprobación. Los dos se acercan al alcalde. Lo saludan. Y le preguntan por el campo de fútbol de A Guía. Caballero escucha paciente y les responde. Cuando la pareja se da por satisfecha chocan las manos con el regidor. Al darse la vuelta otro adolescente hace cola para hablar con él. "¡Alcalde!", le espeta entre risas. Su pregunta es sobre el servicio de buses eléctricos. No tiene ni 15 años. Otros dos niños se acercan. Buscan la foto con Caballero.

A unos metros del alcalde, un grupo de adultos comenta la escena. Ojos como platos. "Con estas edades, ¿tú sabías quién era el alcalde de tu ciudad?". No. Ni en Vigo ni en la mayoría de ciudades. Pero el caso de Caballero, "super Abel Caballero", como lo bautizó la noche del 26-M el programa "Al Rojo Vivo", es especial. Su popularidad está a niveles de estrella de rock. Según los estudios que maneja, su porcentaje de voto entre los jóvenes de 18 a 30 años supera el 70%. Él, un veterano gestor que ya era ministro un cuarto de década antes de que nacieran.

Es jueves, 30 de mayo. No son ni las once de la mañana y la parada en el Colexio San Salvador es ya el cuarto acto en el que participa Caballero. Hace tres días que ha logrado en las urnas 20 concejales, el mayor respaldo de la historia democrática de Vigo. Y sin embargo su agenda se parece más a la de un candidato echando los restos en la recta final de campaña que a la de un ganador que lleva meses dejándose la piel en actos electorales. Hoy su timing sumará ocho citas. Una minucia, casi, si se compara con la del día siguiente, que roza una docena.

La jornada de Caballero es la de un corredor de sprints que mira la meta a solo unos metros. Solo que en su caso la meta se reedita un día tras otro. Y los sprints duran legislaturas. No se da vacaciones. Ni las quiere, ni las necesita. Él mismo lo repite una y otra vez. Su día arranca sobre las siete y cuarto de la mañana, cuando suena el despertador. De su casa parte rumbo al Concello, a donde suele llegar en torno a las ocho. El trayecto -explica- no es muy largo y en función de la meteorología lo cubre a pie o en el coche oficial en el que se desplaza con alguno de sus dos chóferes, Manolo y Camilo. Ya en Praza do Rei, Caballero se prepara un café con una cafetera americana que guarda en una sala anexa a su despacho. Lo bebe en su mesa, con unas gotas de leche, sin azúcar. Solo lo acompaña de los periódicos que despliega sobre el escritorio. En una mano la taza; en la otra, un boli Bic azul.

Tras el desayuno, frugal, Caballero se reúne con su equipo. Es jueves y la entrevista habitual que mantiene con sus ediles se completa con la Junta de Gobierno Local. En una amplia mesa situada justo al lado del despacho, Caballero marca pautas a sus concejales. Juntos analizan los periódicos y comentan noticias y portadas. Las del día muestran la foto del brutal accidente que segó la vida de tres jóvenes.

Su agenda pública arranca poco después de las diez, con la presentación de la "Pedaliña 2019". En la sala de prensa del Concello -situada a solo unos metros de su despacho- lo esperan redactores, cámaras y fotógrafos de varios medios locales y la organización de la carrera. Junto al atril hay una mountain bike. Al verla, Caballero se sube a ella y sonríe a cámara.

Desde Praza do Rei, parte en coche oficial a Teis, al Colexio San Salvador, para saludar a los jóvenes que participan en "Apadriñamento lector". Lo saludan los profesores y sobre todo los niños. Incluso los más pequeños, que se acercan a él para chocarle la mano. Le preguntan. Le piden. Al entrar en el pabellón truenan aplausos. Los mayores no pasan de tercero de la ESO.

A lo largo de la jornada, Caballero alterna el C5 y el C-Zero para sus desplazamientos. De los dos el que usa con más frecuencia es el último, un vehículo 100% eléctrico. Con él regresa al Concello para, a las once en punto, mantener una videoconferencia con portavoces de la FEMP. Cuando termina, vuelve a la sala de prensa. El reloj manda. Una hora después está en el Tinglado, inaugurando una muestra organizada por la Policía Nacional.

La visita al Puerto marca el final de la mañana. Desde allí, Caballero acude de nuevo al Concello y baja dando un paseo al Casco Vello con su mujer, Cristina. Son las dos de la tarde, hora de sentarse a la mesa. "No suelo comer mucho. A veces lo hacemos en casa, otras vamos a bares o aprovecho los actos que tengo", explica el alcalde, quien reconoce que no suele cocinar. Hoy acude al restaurante Valdevez, en la calle San Bernardo. Al entrar las camareras lo felicitan por el 26-M.

De primero, sopa de melón. De segundo, él pide costilla con aguacate y ella caballa. Caballero bebe tónica. Cristina, agua. Uno de los menús favoritos de la pareja es la tortilla de patatas y los langostinos rebozados. El alcohol suele estar desterrado. Solo se permite alguna clara, y de forma ocasional.

Del Casco Vello, de vuelta al Concello. Antes de las cinco de la tarde, Caballero mantiene una reunión de trabajo con ediles y el delegado de Zona Franca, David Regades. Sobre la mesa, planos con diferentes proyectos de la ciudad. Una hora después mantiene en la misma sala de Alcaldía un encuentro muy distinto: una entrevista con una madre y su hija, una joven de 16 años que se trasladará el curso que viene a EE UU para estudiar. Se toparon con Caballero en Balaídos y le pidieron citarse con él. No es extraño. Por Alcaldía pasan estudiantes de instituto, alumnos de Periodismo, Políticas? que acuden a Praza do Rei para realizar trabajos o despachar con el regidor.

Cuando la entrevista termina, Caballero baja al garaje y se sube al C-Zero. Próximo destino: la huerta urbana de Pedro Alvarado, en Teis. Allí se repite el fenómeno de "Super Abel": el alcalde estrecha manos, se saca fotos, habla, pregunta, le hablan, le preguntan? Desde la acera que se alza sobre la huerta municipal una señora le saluda. Quiere plantearle una cuestión referente a Coia. La agenda manda; no se detiene. De Pedro Alvarado, a Praza do Rei el tiempo justo para preparar la siguiente parada: el Pabellón de Sárdoma, donde clausurará la escuela deportiva Clube de Patinaxe Balaídos.

Aunque el coche llega con algo de retraso, cuando Caballero entra en el pabellón retumban los aplausos. Acompañado por Manel Fernández el regidor anima a las deportistas y reparte medallas. A la salida una madre le espera con su hijo. "Mira Iker, este es el super alcalde", le dice a su pequeño antes de pedir una foto con Caballero.

La cita en Sárdoma cierra la agenda de la tarde. La oficial, al menos. Durante sus viajes en coche el primer edil aprovecha para inspeccionar la ciudad. "Si veo algo llamo inmediatamente al concejal de turno", explica. La siguiente parada es su casa, donde se toma un pequeño descanso. Toca hacer la compra, dar un paseo con Cristina y dar cuenta de una cena frugal. Al terminar la pareja se sube al C-Zero oficial y se traslada al Arenal, a la sede de Localia Televigo. A las diez arranca el programa "Vigo de cerca". Caballero llega sobre el alero, minutos antes de que suene la sintonía. Antes de pasar a plató se detiene en maquillaje.

La mesa de Localia Televigo es la última cita de la jornada. De allí la pareja regresa a su casa, donde el gran triunfador del 26-M ve las noticias de TVE antes de acostarse. En el camino a menudo le da tiempo a pararse a saludar y estrechar manos. "A veces son los niños los que lo ven y avisan a sus padres", señala Cristina entre risas.