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Un paseo por el Ensanche decimonónico

Las rutas "Vigo Caníbal" resaltan el legado patrimonial de la sociedad burguesa de finales del siglo XIX y principios del XX con la que la ciudad experimentó su mayor crecimiento

Vigo "se devoró a sí mismo" a finales del siglo XIX y principios del XX propiciando "el mayor salto demográfico" que experimentó una urbe europea en aquella época. De la mano de la industria conservera, pasó de ser un pueblo de 5.000 habitantes -según un trabajo de Taboada Leal de 1840-, de pescadores y artesanos, a la mayor ciudad de Galicia, con una sociedad burguesa próspera, cosmopolita y culturalmente activa, que inició la implantación de infraestructuras que aún se usan hoy en día. El arquitecto Nacho Hortas, de Estudio 04, descubre el Ensanche decimonónico con las rutas "Vigo Caníbal". Con ellas busca que la ciudadanía conozca su patrimonio como la mejor vía para que se conciencie de la necesidad de protegerlo y no seguir engullendo lo que todavía queda de él.

Hortas se zambulló en el estudio de esta sociedad cuando el Concello encargó a su estudio el trabajo de incoación como Ben de Interese Cultural (BIC) del Ensanche de Vigo, que abarca desde Montero Ríos, hasta la calle Venezuela y del barrio de Casablanca hasta la Praza do Rei. El arquitecto entiende que precisa de esta protección para permitir una conservación y recuperación más ágil, como sucedió en el Casco Vello.

El "motor del cambio" del que arrancó esta profunda transformación, cuenta Hortas, fue una lata de sardinas. Se industrializaba un proceso artesanal y se convertía el producto en no perecedero permitiendo su comercialización internacional. Vigo tenía un puerto con gran calado y mano experta. Y la neutralidad de España durante las guerras mundiales contribuyó a que su actividad se disparara.

Con esta industria nació una nueva clase social, la burguesía, que provocó una transformación en cascada. A diferencia de los artesanos del Casco Vello, que vivían donde trabajaban, alejaron las fábricas de sus zonas residenciales. El racionalista edificio Albo, en el cruce entre Gran Vía y Urzáiz es un ejemplo del esplendor de estas familias tras la Guerra Civil.

El primer gran promotor inmobiliario de la ciudad, Emilio García Olloqui, fue el que dio el impulso inicial al crecimiento urbano, con un gran relleno ganado al mar donde crearon la Alameda -plaza de Compostela-. Hoy perviven en ella árboles plantados en 1880.

Ejemplos de las fastuosas residencias de esta época son la Casa Mülder (Montero Ríos), de Manuel Gómez Román; la Yáñez (Velázquez Moreno), de Michel Pacewicz; o la Francisco Sitjá (Marqués de Valladares) de Jenaro de la Fuente. Hay más en Colón, Urzáiz, Policarpo Sanz, Príncipe... Ademas de estos espectaculares edificios, completan el Ensanche otros de "tono medio" que crean la imagen característica del mismo, "que no son tan espectaculares, pero generan una calle con una sección correcta que permite la entrada generosa de soleamiento". Todos los estilos van a usar el granito, por su cercanía, calidad y el buen hacer de los canteros. Y todos van a continuar en el interior, según subraya Hortas.

Con el aumento del nivel de vida, sanean las calles. Como no estaban dispuestos a seguir recogiendo el agua en fuentes como la de la Praza da Princesa, crean el primer depósito de aguas en O Castro para que les llegara a las viviendas por efecto de la gravedad. En agradecimiento al alcalde que trajo el ferrocarril a Vigo, José de Elduayen, la ciudad construyó su primer hospital, hoy, el Nicolás Peña. Es de Gómez Román, como el Banco de Vigo -hoy, Banco Pastor- o la primera sede la Caja de Ahorros -entre Ronda de Don Bosco y Velázquez Moreno-. La banca también había aterrizado con el auge de la actividad conservera.

Al ser puerto de referencia nacional y europeo, Vigo se convierte también en centro neurálgico de telecomunicaciones con el cable telegráfico. En la Casa Bárcena, actual sede de Afundación, compartieron oficinas el Cable Inglés y el Cable Alemán en periodo de entreguerras. Como Vigo era la puerta de entrada de las noticias internacionales en España y con la ebullición de ideas de esta sociedad boyante, nacen 55 periódicos en la segunda mitad del siglo XIX, según José Ramón Cabanelas. Uno de ellos fue el FARO DE VIGO, que nacía en 1853 precisamente para hacer actuar a las autoridades contra el aislamiento del sur de Galicia. Tras su primera sede en la calle Oliva, se pasa a un majestuoso edificio de la calle Colón.

Esta sociedad burguesa también revolucionó la vida cultural, el entretenimiento y el ocio. De esta época son el Café Colón -primero en Casa Bárcena y luego, en Velázquez Moreno-; el Cine Odeón -en Urzáiz-; o el teatro Tamberlick -en Eduardo Iglesias. Todos desaparecidos. -del último se mantiene la fachada exenta-. Pero Hortas destaca que "todavía hay mucho que conservar".

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