"Nunca dudé de que los tres pisos eran míos. Fue un acuerdo verbal de buena fe y las entregas económicas se dedicaron a las obras realizadas. No gané ni un céntimo". Así de contundente se manifestó ayer A.L.G.V., un aparejador vigués juzgado en la Sección Quinta de la Audiencia por un posible delito de estafa. La Fiscalía solicita 4 años de prisión y le acusa de fingir ser el dueño de dos viviendas de las que tenía llaves por estar a cargo de su reforma y apropiarse de los 185.250 que le entregaron dos compradores. Dado que éstos no reclaman ya cantidad alguna pues el acusado saldó las deudas mediante un reconocimiento ante notario, el Ministerio Público retiró ayer la cantidad que pedía en concepto de responsabilidad civil.

El acusado expuso ante el tribunal que en el año 2009, a través de un amigo, contactó con el agente de una inmobiliaria, que le propuso realizar las obras de rehabilitación de un edificio. Aseguró que nunca percibió dinero alguno por las mismas y que acordaron que se quedaría con tres pisos del inmueble. Precisamente vendió uno de ellos a un amigo y el otro al hermano de éste. Ambos reconocieron en el juicio que abonaron unos mil euros al mes por las obras hasta que los pisos se pudieran registrar, si bien desconocían que el aparejador tuviera otro socio y careciera de facultad de venta.

El acusado expuso que llegó la crisis y el delegado de la agencia puso a la venta por su cuenta unos pisos "de los que yo me sentía propietario". "Yo me siento perjudicado e iba a denunciarle, nunca se puso en contacto conmigo ni atendió los burofax de mis abogados". La defensa pidió su libre absolución y el juicio quedó visto para sentencia.