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La UVigo explora las guaridas de las especies tóxicas que causan las mareas rojas

El proyecto Remedios analiza la proliferación de microorganismos virulentos en capas finas de fitoplancton que se forman en las rías

Esperanza Broullón, a bordo del buque "Ramón Margalef", con una roseta.

Un proyecto multidisciplinar liderado por la UVigo y en el que también participan otros centros de la ciudad -IIIM, IEO e Intecmar- y extranjeros -Ifremer, Universidad de Southampton e Instituto Scripss de Oceanografía- ha constatado que las capas finas de fitoplancton que se forman en las rías favorecen la proliferación de los microorganismos que provocan las mareas rojas. Estas "alfombras" imperceptibles para el ojo humano, con espesores inferiores a los 5 metros y una extensión que puede alcanzar varios kilómetros, actúan como guaridas para los dos géneros más virulentos en Galicia, Pseudo-nitzschia y Dinophysis, responsables de las toxinas amnésica y diarreica, respectivamente, y de los cierres más prolongados de los polígonos de extracción de mejillón.

El objetivo último de la iniciativa, que finalizará en diciembre, es la predicción temprana de estos fenómenos tóxicos para evitar o reducir su impacto en un sector clave para la economía gallega.

Esperanza Broullón, titulada en Ciencias del Mar, participa desde hace dos años en el proyecto liderado por la investigadora Beatriz Mouriño, del grupo de Oceanografía Biológica. Y está a la espera de conseguir una beca para iniciar una tesis en la que analizará los datos recogidos durante la campaña realizada el pasado julio en las rías de Vigo y Pontevedra, esta última es la que contabiliza más cierres por mareas rojas, así como en el exterior de Cíes.

"Es la primera vez que estas capas finas de fitoplancton tóxico son estudiadas con detalle tras ser detectadas en dos estudios previos de 2014 y 2015. Tienen lugar en todo el mundo, pero en Galicia tanto su estructura como los mecanismos por los que se forman nunca habían sido analizados", destaca Broullón.

La joven buenense cursó un máster en Gestión Integrada de Sistemas Hídricos de la Universidad de Cantabria y, como trabajo final, analizó todos los datos sobre calidad del agua obtenidos cada semana por el Intecmar durante el periodo 2012/15 en las 20 estaciones de las rías de Pontevedra y Vigo. Sus resultados constataron la presencia en el agua de los dos grupos de especies tóxicas y además de forma destacada en las mismas zonas donde se detectaron capas finas de fitoplancton, en concreto entre el 20 y el 80% de los casos.

Las algas unicelulares del género Pseudo-nitzschia carecen de capacidad natatoria, por lo que se unen en cadenas para desplazarse mejor con las corrientes. Y las hipótesis de los científicos respecto a los dinoflagelados Dinophysis, que sí la tienen, es que se acumulan en rangos de la columna de agua donde tienen más nutrientes de los que alimentarse o para reproducirse.

Durante la última expedición a bordo del buque Ramón Margalef del IEO, que se prolongo durante casi tres semanas, los investigadores del proyecto Remedios detectaron una capa "de libro".

"Tuvimos mucha suerte porque nos encontramos con una bastante intensa en Bueu, que es la zona en la que se decretan más cierres de polígonos de bateas por la presencia de toxinas. Cuando llegamos todavía no estaba formada y pudimos asistir a todo el proceso hasta que empezó a deformarse después de una semana", destaca Broullón, que participó en el muestreo periódico durante las 24 horas de cada día.

Para rastrear estos escondrijos de los microorganismos tóxicos, los investigadores utilizaron un perfilador de microestructuras -"En Vigo tenemos el único de toda España", destaca- con el fin de medir la florescencia, lo que permite determinar la cantidad de fitoplancton en cada centímetro de la columna de agua.

"Y para saber qué especies lo formaban tomábamos muestras de agua a diferente profundidad en cuanto detectábamos un pico de fitoplancton", añade Broullón.

Los integrantes del proyecto Remedios también pudieron recoger datos que permitirán estudiar otros fenómenos que coincidieron con su expedición: la elevada temperatura del agua y una inusual proliferación del dinoflagelado tóxico Alexandrium minutum que tiñó de rojo el agua de varias zonas costeras como la playa de Samil.

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