Si algo tiene esta celebración no solo es la festividad y el algarabío, sino el sentimiento de poder revivir la historia de las generaciones pasadas. Tatarabuelos para unos, familiares lejanos para otros, lo importante era ser partícipe de un acontecimiento histórico para la ciudad. Y a él se animaron decenas de miles de vigueses y también muchos llegados de municipios del área que buscaban disfrutar de una fiesta sin precedentes en la ciudad, marcada como cita clave del año en el calendario de asociaciones, comerciantes y vecinos.

Es el caso de la familia García Merelles, cuyo patriarca lleva 20 años luchando en esta reconquista y que en esta ocasión contó con la estimable ayuda de su hija. "De la fiesta nos gusta todo, pero lo importante es poder revivir la épica, la historia de nuestros antepasados. Es una celebración única y además siempre sale a la perfección", reconocía este vecino.

Y es que al menos una vez al año en Vigo, si eres francés, es mejor no levantarse. Su ejército recorrió las céntricas calles durante una docena de ocasiones en el fin de semana, para hacer notar su presencia. Afortunadamente, la milicia apuraba también sus pasos. Muchos fueron los que cambiaron su vestuario de paisano por los trajes de época. Así disfrutaron durante la jornada de ayer Sonia Barciela y Sonia Fidalgo, una habitual de esta celebración mientras la otra se estrenaba como miliciana. "Nos gusta porque resalta el papel histórico de la mujer, en la economía familiar, en la sociedad...", destacan estas jóvenes.

La música también acompañó esta festiva jornada. Bien con bandas de percusión, bien con gaiteiros o las tradicionales muñeiras gallegas. Desde O Berbés hasta Porta do Sol, pasando por A Pedra o calle Real, ningún resquicio vivió al margen de la fiesta y la troula que se podía esperar de una de las citas estrella de la ciudad.

Otro de los atractivos de la misma es el tradicional mercado donde la comida y la artesanía local se convirtieron en protagonistas. Un centenar de puestos se distribuían por la zona antigua para gula y disfrute de los asistentes. Si otra característica tiene también esta fiesta es su familiaridad, que queda escenificada en el la familia Bugarín Posada, que acudieron con su pequeña. También habituales a esta fiesta, destacan "el buen ambiente" que se respiraba como su factor de éxito. "Nos gusta todo de la Reconquista, el conjunto, pero la representación siempre es lo más espectacular", reconoce la pareja, ambos ataviados también con el traje tradicional. "Claro, lo que nos gusta también es poder participar de la representación", añaden.

Una vez los franceses tomaron las embarcaciones en A Laxe que los devolvieron a puerto inglés tras la lectura de los ocho requisitos de la expulsión, la fiesta no concluyó en el Casco Vello. Los aplausos se camuflaban entre las decenas de agrupaciones musicales tradicionales que se adueñaron de las vías de la zona antigua. Los tenderetes y puestos permanecieron abiertos hasta casi las 22.00 horas en pro de la demanda de público que decidió aprovechar hasta el último minuto una de las festividades más seguidas de la ciudad.

Pasarán poco menos de 365 días hasta que los franceses regresen a tierras vigueses. Los mercados volverán a subir sus cortinas, las armas dejarán sus galpones y los trajes los armarios para vestir a los milicianos que "recuperaron" aquel 28 de marzo de 1809 mucho más que una ciudad, refundaron lo que ahora es Vigo. Nuevamente también la asociación de vecinos del Casco Vello volverá a organizar una gran cita que requiere de muchos meses de ensayos y preparación para la obtención de un resultado tan bueno como el actual. "Estamos muy contentos, prácticamente salió todo a la perfección. Estamos muy contentos con los voluntarios, llevar todo el decorado y el atrezo no es nada sencillo, el voluntariado ha sido enorme" , destacaba su portavoz Fiz Axeitos, que cifraba en cerca de 700 los participantes en la puesta en escena de la expulsión.