La plaza Miralles ofrecía ayer una imagen insólita desde hace más de una década. El año pasado, miles de jóvenes abarrotaron la zona en otra jornada también soleada para celebrar San Pepe, la fiesta de los ingenieros industriales. Pero ayer por la tarde permanecía vacía.

La política antibotellón del Rectorado, que ayer acordonó la plaza por motivos de limpieza, y el esfuerzo de la delegación de alumnos para organizar un programa alternativo en la propia escuela han logrado lo que parecía imposible, pues esta fiesta, junto con San Teleco, están marcadas desde hace años en la agenda de los universitarios de toda Galicia.

Además de acotar Miralles, personal de seguridad vigilaba ayer el campus, además de solicitar el carné de universitario a algunos jóvenes. Y ante esta situación, muchos de ellos acabaron por desplazarse a zonas próximas de monte comunal.

Tras las celebraciones patronales de 2007, que se saldaron con varios comas etílicos, entre ellos, los de algunos menores, la Universidad prohibió a los alumnos organizar fiestas en Miralles, dado que sus dimensiones las hicieron incontrolables. Aun así, los universitarios se siguieron concentrando de forma espontánea en la plaza. Pero esta práctica parece haber llegado a su fin.