Que haya una desgracia es cuestión de tiempo. Que todavía no ocurriera nada grave, un milagro. Lo llevan advirtiendo meses hosteleros, vecinos o el propio Real Club Náutico. El botellón en el frente marítimo de A Laxe y As Avenidas -coinciden todos- está "desmadrado". La caída ayer de un nuevo joven al mar en estado ebrio es una de muchas. "Ni la primera, ni la última si esta situación no se aborda con firmeza de una vez por todas", advierten. Pero el problema va mucho más allá del peligro que supone para la integridad física del los miles de jóvenes -buena parte menores de edad- que se concentran cada fin de semana a beber cantidades ingentes de alcohol. Destrozos en terrazas y baños de negocios de hostelería, daños en barcos o en la piscina del Náutico, equipos portátiles de sonido a todo volumen, basura y olor a orín por todas las esquinas, peleas, amenazas... La lista de incidentes y molestias que denuncian los afectados es infinita.

"La situación es insostenible y cada vez va a más. Todos los viernes, lo mismo. Y cuando coinciden celebraciones festivas como ayer, con el Carnaval, el número de personas se multiplica y alcanza niveles críticos. No se puede mirar para otro lado. Porque cualquier día va a ocurrir una desgracia, y entonces todos se llevarán las manos a la cabeza. Somos conscientes de que es un problema difícil de abordar, pero hay que abordarlo. Con prohibición, presencia de patrullas... lo que sea. No se puede seguir mirando para otro lado", reclama, en consonancia con todos los afectados, el presidente de Zona Náutico, Rubén Pérez.

Jorge Fernández es otro de los empresarios que sufre las consecuencias de tener allí un negocio. Regenta dos locales de hostelería del Centro Comercial A Laxe. Ayer, como otras muchas noches, hizo guardia hasta las 5 de la madrugada. Tiene motivos. Las sillas de su terraza acabaron en el agua de la dársena de A Laxe en alguna ocasión. Además, por las mañanas sus clientes debían desayunar con el nauseabundo olor a orín de los jóvenes que usaban el frente de su negocio para miccionar. "Es algo insostenible. Pero no solo para nosotros que lo sufrimos. Hay un problema social evidente. Aquí la mayoría son chiquillos de 12 y 13 años. ¿Sus padres dónde piensan que están? Y llegan cargados con botellas de alcohol. ¿Quién se las vende? Va a ocurrir una desgracia en cualquier momento", teme este empresario. El Centro Comercial A Laxe -añade- tampoco se libra. "Apesta a orín los sábados por la mañana. Han hecho pintadas, entran en los baños y provocan daños... los propios vigilantes nos dicen que están desbordados. Y lo mismo pasa con Policía Local y Portuaria. Cuando los llamamos su contestación es que no tienen efectivos para actuar", lamenta.

Otro de los negocios que sufre los efectos del botellón es el Hotel Bahía. "Está completamente desmadrado y descontrolado", asegura, tajante, su director y presidente de la Federación Provincial de Hostelería, César Ballesteros. "Miles de jóvenes bebidos, pegados al mar y sin control de ningún tipo. El cóctel es explosivo. Algunos hosteleros han recibido incluso amenazas por no dejarles acceder a su negocio para ir al baño. No es lógico que se haga la vista gorda hasta que suceda algo grave", razona. A Ballesteros, al igual que a muchos otros vecinos, le preocupa también el exceso de ruido, pero no solo el del murmullo de las miles de personas que se reúnen. "Vienen con altavoces muy potentes y los ponen a todo volumen. Algunos vecinos del edificio nos han llegado a preguntar en más de una ocasión si teníamos nosotros una fiesta en el hotel. Y no. La música es en el botellón", ejemplifica.

"Asaltan" el puerto deportivo

El Real Club Náutico padece también las consecuencias de esta multitudinaria concentración etílica. "Nos han roto los cristales de la piscina; se tiran y caen al mar y nuestros vigilantes tienen que auxiliarlos; se han subido a barcos provocando destrozos o simplemente a orinar... El problema, lejos de disminuir, está creciendo", avisa el presidente de la entidad, Rafael Tapias.

El máximo responsable del Náutico tiene el mismo temor que el resto de afectados. "El desmadre es absoluto y en cualquier momento va a ocurrir una desgracia. No se puede esperar más para tomar medidas y solventar este problema", reclama.