Los puertos de Bilbao y Santander siempre han gozado de una dilatada tradición como terminales de ferris. A Bilbao empezaron a llegar los primeros turistas británicos en sus propios coches a bordo del sueco Patricia en abril de 1967, de mano de la armadora Svea Line. El éxito de ocupación superó en tal medida las expectativas más optimistas, que al año siguiente reforzaron la conexión incorporando a otro ferri gemelo, el Hispania. Tal fue el éxito de la nueva ruta marítima, que cinco años más tarde esta pareja de ferris ya había movido más de 500.000 pasajeros. Y ello agranda su mérito teniendo en cuenta que eran embarcaciones de 140 metros de eslora y 780 pasajeros de capacidad, datos inferiores a los de los ferris que realizan esta línea en la actualidad.

Durante esa época y de manera puntual, la Svea Line desplazó una tercera unidad, el Saga, al puerto de Santander, que se estrenaba de esta manera como terminal de ferris. Diez años más tarde, un cambio en la legislación laboral sueca que afectaba a la práctica totalidad de las tripulaciones de estos ferris, provocó el comienzo del declive económico de la naviera, que se vería obligada a cancelar la exitosa ruta y con ello, el fin momentáneo de Bilbao como terminal de ferris.

Al año siguiente, en 1978, la nueva compañía Britanny Ferries retoma las conexiones de ferris entre el norte peninsular e Inglaterra, apostando por el puerto de Santander como punto de partida de una nueva ruta con el puerto inglés de Plymouth como meta, que estrenaría el Armorique, ruta que todavía perdura 41 años después.

A lo largo de este tiempo han sido decenas los barcos que han operado esta conexión, cada vez más grandes y rápidos, como el actual Cape Finistere, una veloz embarcación de 204 metros de eslora que alcanza picos de 26 nudos de velocidad, lo que le permite cubrir la ruta bisemanal entre el puerto cántabro y Plymouth en 20 horas. Durante la travesía, sus 842 pasajeros que pueden viajar como máximo, disfrutan de las comodidades de un crucero, ya que el barco, denominado en el argot "cruise-ferry", cuenta con piscina, solárium, zona de juegos, cine-teatro, restaurantes buffet y a la carta, etc. En la travesía también participa el Baie de Seine, un "ro-pax" de 200 metros de eslora más enfocado hacia el transporte de cargas rodadas, pero que también da cobertura a 610 pasajeros.

Britanny participa asimismo en la conexión bisemanal Bilbao-Portsmouth con esta misma embarcación, que alterna con el Pont Aven, otro "cruise-ferry" de 184 metros de eslora que fue inaugurado en 2004 y que es el de mayor capacidad de pasaje de todos: 2.415 plazas.

Actualmente, estas líneas regulares con el Reino Unido desde ambos puertos cantábricos suman un movimiento anual de 330.000 pasajeros, 150.000 coches y 40.000 camiones, según datos de la propia naviera.

El pasado año, coincidiendo con el 40 aniversario desde la inauguración de la conexión desde Santander, Britanny lanzó una nueva línea, asimismo de frecuencia bisemanal, con el puerto irlandés de Cork, al que arriba tras 28 horas de navegación. La ruta está servida por el "ro-pax" Connemara, el viejo Norman Asturias inaugurado en 2007 y que unió Gijón con Nantes entre 2010 y 2014 durante el periodo en el que el puerto asturiano participó en la "Autopista del Mar", auspiciada por la Comunidad Europea. El Connemara cuenta con 518 camas, suficientes de momento para una ruta que todavía está eclosionando.

Javier Castro es el consejero delegado de Incargo Galicia, la filial gallega de una compañía con dos décadas de experiencia presente en 10 países del mundo y una red de más de 20 oficinas distribuidas por España, Italia, Marruecos, Panamá, Colombia, Perú y Brasil. Como agente marítimo atiende unas 3.000 escalas al año de diferentes tipos de buques y mueve aproximadamente 4.000 contenedores anuales, entre España, China, India, Canadá, Italia y el norte de Europa. Incargo Galicia formó junto al operador mallorquín Balearic Handling la sociedad Atlantic Vigo Cruise concesionaria de la segunda terminal de cruceros de Vigo.