Leonés de nacimiento, Javier Castellanos Díez (1952-2019), fue uno de los pioneros de la Oncología gallega e impulsor incansable de la especialidad en Vigo, a donde llegó en 1988 tras formarse en el Instituto Nacional de Oncología en Madrid. Allí cultivó una de sus pasiones, que era la investigación básica, y obtuvo el doctorado en Inmunología, campo que está ahora en pleno auge.

Desarrolló su trayectoria profesional en Vigo, la mayor parte de su carrera en el Hospital Xeral. Aunque muy a menudo, como él solía decir, tuvo que nadar contracorriente, consiguió logros de los que estaba especialmente orgulloso, como la docencia MIR y el progresivo desarrollo y ampliación del servicio de Oncología Médica, hasta situarlo en el mapa de la Oncología española. A pesar de los momentos difíciles que pasó en ocasiones, nunca dejó de perseverar y siempre mantuvo sus habilidades clínicas y humanitarias, con solvencia y lucidez, hasta el día de su jubilación en agosto de 2017. Uno de los aspectos que más le engrandeció fue su capacidad para fomentar el crecimiento personal y profesional de su equipo, alentándonos siempre a promover la formación en excelencia clínica y la investigación, pues su lema era que el triunfo de uno era el triunfo de todos.

Los que le conocíamos le recordaremos por su carácter polifacético. Aunque en general era un hombre discreto en su comportamiento, incluso aparentemente tímido en ocasiones, su carácter tenaz y perseverante le llevaba en otros momentos a luchar de manera explícita y manifiesta por lo que creía justo, con una actitud abiertamente inconformista con determinados aspectos de la gestión y ordenamiento de la sanidad en general y de la oncología en particular, sin perder nunca el objetivo del mayor beneficio para los pacientes.

En su faceta de compañero se mostró siempre cariñoso y atento, aunque a veces le acusásemos de una cierta locuacidad y dispersión de ideas, hecho que, no obstante, invariablemente interpretábamos como reflejo de una inteligencia vivaz y una curiosidad permanente por el conocimiento en un sentido amplio, como también reflejan sus otros intereses y aficiones, que iban desde la filosofía o la historia hasta su veneración por Marilyn Monroe.

Fue el mentor de todos nosotros, el sabio al que acudir, el que anticipaba las complicaciones y las soluciones. Cuando se presentaba un caso difícil siempre estaba dispuesta su ayuda, eficaz y resolutiva, basada en un bien balanceado bagaje de ciencia, experiencia y humanidad. La talla de alguien que se va se mide por su legado y el de Javier Castellanos es incuestionable, al menos para los que hemos estado cerca de él y, de algún modo, somos parte de ese legado, pero quizá la imagen que más nos guste recordar sea la de Javier recibiendo, con una alegría imposible de disimular, a cada nueva residente y encargándose de ser el primero en enseñarles el Servicio de Oncología, el hospital y los primeros pasos en una especialidad a la que él estuvo dedicado hasta el último momento.

Echaremos de menos nuestras conversaciones, nuestras sesiones, nuestros cafés, te echaremos de menos como compañero, como médico, pero ante todo echaremos de menos a un amigo.

Hasta siempre, Javier.