A lo largo de los últimos años el casco urbano ha ido incorporando cada vez más "turborrotondas", que a diferencia de las glorietas convencionales se caracterizan por marcar los diferentes carriles que puede usar cada conductor en función de la vía por la que se incorpore. Uno de los efectos casi inmediatos de esa nueva señalización fue el desplome de siniestralidad. Otra de sus consecuencias fue la caída en los intentos de estafa que hasta entonces -según denunciaron en su día las propias aseguradoras- habían protagonizado conductores dedicados a provocar colisiones intencionadas.

El último balance de la Policía Local apunta a otro posible efecto de las "turborrotondas": el descenso de infracciones que acarrean la pérdida de puntos. A lo largo de 2017 la Policía Local tramitó denuncias por no respetar la preferencia o ceder el paso en las glorietas que se tradujeron en la retirada de 160 puntos. Hasta noviembre de este año se habían suspendido solo 66. Se pasaría así de unos 13 por mes a apenas siete.