Su padre es informático y tuvo su primer ordenador al acabar Primaria, pero estuvo a punto de matricularse en Enfermería. "En las series hay personajes de médicas y enfermeras, pero no hay ingenieras. Y además los informáticos tienen fama de frikis. Quería hacer algo con un perfil humanitario y me dejé influir por los estereotipos, pero al final me matriculé en la carrera que de verdad me atraía. Y además de poder dar rienda suelta a mi creatividad aplico mi trabajo al ámbito sanitario y ayudo a la gente desde mi ordenador".

Le quedan un par de asignaturas y el trabajo fin de grado y ha compatibilizado toda la carrera con labores de becaria en la Universidad y, actualmente, con su empleo en una empresa en la que desarrolla aplicaciones para la gestión administrativa de hospitales y participa en proyectos sobre mejora de procesos quirúrgicos o de eficiencia en laboratorios.

Hasta este curso era la única chica en la delegación de alumnos y recuerda que fue un shock llegar a una escuela con tan poca presencia femenina: "Nunca tuve ningún problema pero el primer año todos somos más inmaduros, los chicos no se cortan porque son la inmensa mayoría y escuchas ciertas cosas. Pero luego la cosa cambia. Y en el trabajo también estoy muy contenta. En la oficina de Ourense solo somos 4 chicas de 30, pero nuestras ideas se valoran como las de cualquiera".

Lucía aboga por la educación frente a los prejuicios para aumentar el número de ingenieras. Ella misma ha participado en actividades organizadas por la escuela para despertar el interés de las niñas por la carrera. "La sociedad va mejorando. Vamos ganando nuestro hueco y demostrando que las mujeres podemos hacerlo igual o mejor que los hombres. La educación debe ser más inclusiva, tanto para las niñas como para los niños, para que elijan los que de verdad les gusta. Lo ideal es que convivan todos los géneros, así es como se avanza".