Un estudio realizado con 844 adolescentes gallegos de entre 11 y 18 años constata que la práctica de ejercicio físico y una dieta saludable influyen en un mejor rendimiento académico. La investigación, desarrollada con alumnos de centros públicos y concertados de cinco municipios, también determina que los jóvenes que no desayunan tienen peores notas y mayor índice de masa corporal. Y, en general, concluye que los bajos niveles de actividad entre los jóvenes son "preocupantes".

"El objetivo era analizar la influencia del nivel de actividad física y la adherencia a la dieta mediterránea, una de las más equilibradas y saludables que existen, en el rendimiento, fijándonos en la nota media del curso anterior. Y los resultados revelan que hay una relación entre las tres variables", explica Natalia Abalde Amoedo, autora de este trabajo que constituye su tesis doctoral en la Universidad de Vigo.

"Cuanto más elevada es la calidad de la alimentación mejor es el rendimiento de los alumnos en cuanto a sus calificaciones. Y, en el caso de la actividad física, aunque no encontramos esta relación de forma directa en la muestra analizada sí la hallamos entre el índice de masa corporal y las notas. Y ese índice está influenciado de forma directa por el nivel de actividad física. Así que una buena alimentación y niveles de actividad elevados se traducen en mejor rendimiento académico", destaca Abalde, profesora de la UNED y la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).

Otro de los resultados de interés implica la primera comida del día: "En concordancia con otros estudios, el nuestro determina que los alumnos que no desayunan presentan un menor rendimiento académico e incluso un mayor índice de masa corporal".

"Sabemos por otras investigaciones que la actividad física mejora los niveles de atención y concentración, además de reducir los niveles de ansiedad, estrés y depresión. Y esto influye directamente en el rendimiento", apunta Abalde, graduada en Educación Primaria por la Universidad de Vigo y con un máster en Psicología Aplicada de la de A Coruña.

Sus resultados revelan que la alimentación de los adolescentes gallegos tiene una "calidad intermedia" y que se ajusta más a los patrones saludables de la dieta mediterránea en el caso de aquellos alumnos que practican deporte, los de menor edad de la muestra y curiosamente los que viven en el medio urbano.

"Aunque en el rural quizá el acceso a alimentos de calidad es más sencillo, las proporciones no son las adecuadas, son dietas más desequilibradas o calóricas. Una de las claves en estos resultados sería, además de una mayor concienciación de los padres, el papel fundamental que juegan los comedores de colegios e institutos en las ciudades", interpreta Abalde.

Y respecto a la práctica de ejercicio físico en general, los valores son bajos entre los 844 estudiantes gallegos que cubrieron los cuestionarios. "Tal y como advierten organizaciones internacionales como la OMS o, en nuestro país, el Ministerio de Cultura y Deporte, los niveles de actividad física son preocupantes. Y los hábitos en estas etapas son cruciales porque afectan a la vida adulta, por eso es importante adquirirlos desde pequeños. La inactividad y la mala alimentación son algunos de los principales causantes de la obesidad infantil y adolescente, que a su vez es un predictor de la obesidad en la etapa adulta, que está asociada a muchas enfermedades no transmisibles", advierte.

La actividad deportiva disminuye en el caso de las alumnas y cuanto más aumenta la edad tanto para ellos como para ellas. "En los cursos superiores la carga académica es mayor y, en muchas ocasiones, los alumnos dejan de practicar deportes o actividades extraescolares. También hay un cambio de hábitos hacia prácticas más sedentarias, por ejemplo, las relacionadas con el ordenador, videojuegos o redes sociales. Y las niñas en general presentan valores menores de actividad física. En los recreos, de forma general, se observa que los niños están jugando y ellas se relacionan en corrillos", comenta al respecto.

De ahí, el interés de este tipo de análisis científicos para la puesta en marcha de medidas que incentiven prácticas más saludables ajustadas a las diferentes realidades y, por tanto, más efectivas. "Tiene que ser una cuestión de todos. En los centros escolares hay programas para mejorar hábitos y concienciar a familias y alumnos, pero este estudio demuestra que los niveles de actividad física siguen siendo bajos. Invertir en una buena alimentación y en ejercicio es invertir en salud y calidad de vida", defiende.

Abalde realizó este estudio dentro del grupo GIES10, al que también pertenece su tutora, Margarita Pino Juste. Su intención es continuar su carrera como docente e investigadora: "Fui deportista desde los 3 años, competía en judo, y siempre le he dado una gran importancia a la actividad física. La idea es seguir profundizando en el porqué de estas relaciones que ya sabemos que existen para intentar mejorar en todo lo que esté en nuestro alcance tanto la salud como el rendimiento académico de los adolescentes".