El laboratorio natural que constituyen las Islas Atlánticas arroja nueva luz sobre la ecología del pinto y la maragota, dos morfotipos de la misma especie a los que separan más condiciones biológicas que sus característicos colores. El investigador vigués David Villegas, del IIM-CSIC, ya determinó hace unos años la existencia de diferencias en cuanto a maduración, talla y tasa de crecimiento. Y ahora un grupo de biólogos de la Universidad de Barcelona y el IEO de Baleares ha revelado por primera vez que, si bien comparten capturas y hábitats en el litoral gallego, el pinto y la maragota se distinguen en sus preferencias dentro de las aguas protegidas del archipiélago.

"Cuando intentamos interpretar las diferencias entre especies en sistemas alterados por el hombre podemos equivocarnos, porque pueden ser adaptaciones a un mundo que ya no existe y encontrar las respuestas es muy difícil. Sin embargo, los parques, incluso con una protección parcial de pesca como el de Islas Atlánticas, ofrecen un contexto más parecido al natural. Y así hemos podido ver que en Cíes pinto y maragota seleccionan hábitats distintos y comen presas diferentes. Y esto explicaría la separación entre los dos morfotipos", destaca Luis Cardona, integrante del grupo de Grandes Vertebrados Marinos de Barcelona.

Estos resultados forman parte de las conclusiones del proyecto Redes, cuya memoria final será entregada en diciembre al Organismo Autónomo de Parques Nacionales. Desarrollado de forma simultánea en Cíes y Cabrera, su objetivo era determinar la influencia de la presión pesquera en los ecosistemas rocosos del litoral atlántico y el mediterráneo. Y para ello los investigadores realizaron censos visuales de todas las especies de la red trófica y recogieron muestras de tejido de los peces para determinar su dieta, tanto dentro de las zonas protegidas como fuera.

Tras la campaña realizada en Vigo, durante el verano de 2017, los expertos ya constataron que la biomasa -kilogramo por m2- de maragotas en Cíes triplicaba a la de las rías.

"En Islas Atlánticas solo está prohibida la pesca recreativa, pero no es una cuestión menor, ya que en Galicia es una actividad importante que en el caso del pinto y la maragota supone más de la mitad de las capturas. Y en el caso del fusil, constituyen el 70%. Sin embargo, como la pesca comercial sigue siendo intensa, la protección es menos importante para lubina, robaliza y sargo", explica Cardona.

El cabo de Bicos, en la isla Sur, y la furna de Monteagudo, al norte de Cíes fueron las zonas de muestreo dentro del parque, mientras que en el exterior se eligieron Punta Corveira y las islas Estelas. El análisis de isótopos de las muestras de pintos y maragotas reveló las diferencias en la alimentación.

"Ambos se alimentan de cangrejos, erizos y estrellas de mar, pero el pinto está más ligado a especies que viven entre las algas, en los fondos, y la maragota, a las que dependen del plancton. Y dentro del parque también seleccionan hábitats diferentes. La maragota prefiere zonas más batidas y expuestas a los depredadores, por eso su camuflaje marrón verdoso es menos marcado. Y el pinto vive en ambientes más resguardados, entre las algas, de ahí su color rojizo con pintas blancas", comenta.

Los resultados del proyecto Redes demuestran que tanto en Cíes como en Cabrera la biomasa de peces es mayor que en el exterior. Aunque hay matices: "La red trófica es mucho más larga en el parque balear, tiene un sistema más complejo que las zonas de Mallorca abiertas a la pesca e incluso especies que ya no hay fuera como el corballo. Hay una diferencia no solo de cantidad respecto a Galicia, sino cualitativa".

De esta forma, el depredador apical -el que ocupa el puesto más elevado en la cadena alimentaria- se sitúa en Islas Atlánticas en un nivel trófico más bajo, es decir, se alimenta de menos especies que en el Mediterráneo. "En Cíes faltan las lubinas grandes, de 3 o 4 kilos, porque son las que se pescan, mientras que en Cabrera sí se encuentran meros grandes de 70 y 80 centímetros", compara.

"La protección parcial es un paso importante pero se queda a medio camino si queremos contar con una estructura natural. Es un tema complicado, pero quizá podría reducirse o prohibir la pesca de lubina en alguna zona de Islas Atlánticas. Los parques nos permiten entender cómo funcionaban los ecosistemas antes de la actividad humana. Y este conocimiento es clave para gestionar las pesquerías tanto dentro como fuera", concluye.