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Santa Irene de Vigo: aquellas aulas de los 60

Las "Memorias. Instituto Nacional de Enseñanza Media Santa Irene, que el jueves (19.30) presenta Salvador Beloso, no pretende ser un libro sobre la historia del centro, su arquitectura o su actividad educativa. El autor explica que su intención es contar lo que él vivió "en primera persona" como miembro de la generación que allí obtuvo el Bachiller Elemental en 1963 y terminó la preparación preuniversitaria en 1966. Sí que aspira a que se convierta en "una modesta aportación" para "engrandecer aún más" esta institución a la que siente que debe tanto.

La de Salvador fue una promoción especial para el escritor Xosé Luis Méndez Ferrín Fue la primera a la que dio clase, cuando contaba con 26 años, "apenas" nueve o diez más que sus pupilos "Aquel curso, yo aprendí más de mis alumnos que ellos de mí", confiesa en el prólogo, en el que también describe el libro de su exalumno como "la memoria de un adulto que lanza su mirada sentimental sobre los días adolescentes y juveniles".

Salvador revela que la obra surge de la estrecha relación que mantienen un buen número de ellos, con dos encuentros anuales en los que rememoran anécdotas. No quería que esas historias se perdieran. Su generación es la que nació una década después de la guerra civil, cuando no existía la televisión, la lechera llevaba los cantos a las casas y muchos niños tenían que trabajar en el campo para ayudar a sus familias.

Este Instituto Nacional de Enseñanza Media -INEM, siglas que todavía se pueden ver talladas en bancos y papeleras que perviven en el centro desde su fundación- había sido construido por Antonio Cominges Tapias gracias al legado de José Policarpo Sanz, que puso entre otras condiciones que fuera gratuito para familias pobres y que llevara el nombre de Santa Irene, por su mujer, Irene Ceballos.

Salvador Beloso Arenosa, con su libro "Memorias", ayer, ante el Santa Irene. // Marta G. Brea/ FdV

El edificio que se convertirá en un emblema de la ciudad, se estrena en el curso 1945/46 para dar cobijo al instituto que desde 1927 peregrinaba por distintas instalaciones. Catorce años después, atravesó sus puertas la generación de Salvador Beloso. Entre otras muchas cosas, recuerda el "famoso" bocadillo de anchoas de la cafetería, a los profesores fumando en clase o como se ponían en pie a la llegada del profesor.

Como "acto de justicia", Salvador deja constancia de 40 profesores de "este verdadero templo del saber" que no solo les impartieron asignaturas. "Recibimos de ellos una formación integral como personas", subraya. Cuenta Ferrín que en el claustro docente coincidieron muchos que habían sufrido la represión franquista y otros miembros o afiliados al movimiento, pero todos compartían "la tolerancia y el respeto a los valores cívicos de base". Y entre ellos se formó el "espíritu del Santa Irene". "Es la reconciliación, el entenderse y formaron a una generación de estudiantes para que nunca vuelva a suceder lo que ocurrió", añade Salvador.

Repasa también en qué se convirtieron buena parte de sus compañeros, entre los que hay casi una docena de profesores y catedráticos, como José María Mella o Andrés Antonio Vaamonde; médicos, como Hixinio Beiras; abogados, empresarios, periodistas y hasta un atleta olímpico, Ramón Magariños.

La recompensa que busca con este trabajo es que sus antiguos compañeros recuerden aquella época con cariño cuando lo lean. En sus memorias hay una laguna que le apena. La ausencia de las alumnas en su relato, por la "nula convivencia" con ellas. Era una época en la que no solo estaban separados en distintas clases, si no que ellos tenían que usar unas escaleras y ellas, otras al objeto de no verse. Solo un guateque en la cafetería para cerrar el curso les permitió esta juntos dentro del instituto. "Me complacería sobremanera que alguna exalumna se decidiera a exponer sus vivencias", anima en el epílogo.

El libro incluye también textos del alumno, profesor y director del instituto José María Martínez, fallecido hace dos años; historias de otras promociones, por Xurxo R. Pérez,; y relatos de los Juegos Escolares Nacionales, por Grato Amor y Marcelino Covelo.

El Santa Irene se inauguró oficialmente el 19 de septiembre de 1946. // Imagen del libro "Memorias