"Todavía siempre que vengo y miro la lápida de mi padre lloro, y más en un día como hoy -por ayer-". Teresa y su hermana Carmen acuden como cada año a visitar el lugar donde descansan las cenizas de su progenitor. "Le llevamos flores, lo adecentamos un poco... es agradable ver como todo el mundo se vuelca con sus difuntos por el Día de Todos los Santos" , reconocen. Y no les falta razón. La tradicionalidad se impuso al frío motivando que miles de vigueses visitasen a sus seres queridos ya fallecidos en los cementerios donde descansas sus restos.

Como viene siendo habitual, Pereiró se convirtió, dentro de la solemnidad y el respeto, en un punto de encuentro para familiares, amigos y simplemente vecinos que querían recordar a los que ya no están; así como una velada donde la música de cámara y la arquitectura también tuvieron su lugar.

Sin restar el innegable protagonismo que regenta el monolito de Concepción Arenal en la entrada al camposanto de Pereiró, diez paneles sobre el "vínculo da pedra" con los cementerios municipales presidía la llegada de los visitantes. El secular coche fúnebre de la época todavía realzaba más la formalidad del acto al que no faltó el alcalde de Vigo Abel Caballero y la edil de Medio Ambiente Chus Lago, quienes admiraron uno de los monumentos funerarios más impresionantes surgidos de la mano de Francisco Asorey en memoria de las tres hijas fallecidas de la afligida familia Gil y Sarabia. En ella representa el momento en que la muerte abraza por detrás, de forma traicionera, a una de las hijas de José Gil y Gil. Ambas fallecieron a causa de la gripe.

Entre las diferentes calles que discurren en Pereiró, Julia todavía se encontraba adecentando el nicho de su suegra. "Vengo sino todas las semanas casi todas, me pongo especialmente triste ver como en algunos nichos nacen las hierbas sin que nadie los cuide", lamentaba esta viguesa, quien rememora la historia del fallecimiento de su padre. "Vengo a recordar a mi suegra porque mi padre quiso que se le incinerase y tirásemos sus cenizas al mar, y no íbamos a hacer otra cosa", recuerda con una sonrisa.

Donde la alegría también se sobrepuso a la ceremoniosa jornada fue en el tradicional homenaje que el colectivo Os Ninguéns rindió a todos aquellos fallecidos en cuyas tumbas solo reza un número, aquellos que nadie reclama pero a los que no dejarán caer en el olvido. Esta sentida ofrenda contó con un lectura acompañada de los acordes de una guitarra.

Además de a rendir culto a los familiares que ya perdieron la vida, muchos fueron los que se acercaron a Pereiró solo para contemplar la ornamental arquitectura que encumbra al cementerio. Sus panteones, mausoleos o monumentos son un perfecto ejemplo de la belleza arquitectónica de la ciudad. "Venimos todos los años porque el cementerio es precioso y siempre merece la pena admirarlo", comentan dos jóvenes que discurrían por las calles en la mañana de ayer.

Desde familias al completo, pasando por grupos de amigos o viudas que prefirieron rezar en soledad, el camposanto vigués volvió a lucir un año más su mejor imagen. Si bien, llamó la atención a más de uno los carteles informativos que lucían alguna de las lápidas en las que se alertaba de que el alquiler de sus ceniceros estaban próximos a caducar.