Las primeras máquinas de apuestas deportivas aterrizaron en la comunidad a principios de 2013, después de que en agosto de 2012 la Xunta aprobara el decreto que permitía su llegada. Desde entonces, su expansión por la ciudad ha sido vertiginosa. Si en 2014 se registraban 177 terminales, el año pasado esa cifra era ya el doble y había una por cada 816 vigueses. Los expertos alertan del cambio en el perfil del adicto al juego que tanto esta modalidad presencial como en la online están provocando. La edad media se ha rebajado y son los veinteañeros los principales afectados.

El ritmo al que creció la presencia de estas máquinas en la ciudad fue muy similar en 2015 y 2016, de entorno al 25% -46 terminales más hasta los 223 y 53 más, hasta las 276, respectivamente-. El año pasado, se aceleró. Los locales de la ciudad -ya sean de hostelería o específicos- incorporaron 83, un 30% más, hasta las 359.

El director terapéutico de la Asociación Gallega de Jugadores Anónimos (Agaja), Juan Lamas, advierte de que uno de cada cinco estudiantes de la ESO en Galicia ya practican algún tipo de apuestas. "Hay una proliferación de salas de apuestas y máquinas auxiliares en hostelería que están llevando a la introducción de menores de edad", analiza y añade: "eso repercute en que el perfil de las personas que tratamos ha sufrido una rebaja en la edad considerable". Por ello, pide controles físicos con, por ejemplo, DNI electrónico, para evitar el acceso de menores.

La entidad, con sede en Vigo, trata a alrededor de un centenar de personas con adicción al juego al año, que les llegan, sobre todo, por presión familiar, laboral, social o derivación de instituciones sanitarias o pe. La cifra se mantiene, pero el perfil ha cambiado desde que se legalizó el juego online y la Xunta reguló las apuestas deportivas presenciales. "Antes hablábamos de una media de entre 35 y 45 años, jugador de máquinas tragaperras, casado y con siete años de juego a sus espaldas", expone Lamas y continúa: "Hoy hablamos de entre 20 y 26 años, jugador de apuestas deportivas o juego online, soltero, estudiante o con un primer trabajo, y que soporta un endeudamiento considerable para la capacidad económica que tiene, a base de microcréditos, hurtos en el entorno familiar...".

Este cambio también se puede observar en la presencia de las máquinas tragaperras en la ciudad. Las tradicionales -tipo B, según la normativa de la Xunta- alcanzaron su techo en 2016, con 1.011 instaladas e iniciaron su descenso al año siguiente, con 42 menos, lo que ya las sitúa a niveles anteriores a 2014. De todos modos, aún hay 5 por cada terminales de apuestas. Las que aumentan son las tragaperras "especiales", con premios superiores y que solo pueden instalarse en salones de juegos, bingos y casinos. Son 32. En cambio, las de juegos recreativos mantienen un paulatino descenso y el año pasado solo había 123.

Para Lamas, el problema radica en que el juego es ahora "más accesible", al tenerlo online 24 horas y de forma anónima, y "porque se normalizaron y socializaron los locales de apuestas como lugares de ocio y de encuentro entre jóvenes y adolescentes". Le suma la "publicidad y el marketing agresivo" de los operadores de juego para cocinar el "caldo de cultivo perfecto para que la gente empiece a jugar". Del 95% de la población que puede invertir en algún juego -apuestas, azar...-, se calcula que es un 2% el que caen en la adicción. "Es una cantidad importante, duplica la tasa de afectados por las drogas", advierte.