Down Vigo ha conseguido hacer realidad lo que parecía "una utopía" con el apoyo de la Escuela San Pablo CEU, cuyos docentes colaboran de forma desinteresada en el proyecto. "Los padres fuimos capaces de abrir las puertas de la escuela ordinaria y de la Secundaria, con muchos problemas todavía. Pero nuestros hijos también tienen derecho a ir a la universidad porque ésta es parte de la sociedad", reclama Jorge González, miembro de la junta directiva e impulsor de Alida.

Hace unos años conoció casualmente el programa Promentor de la Autónoma a través de un programa de La 2 y se puso en contacto con su responsable, Dolores Izuzquiza, doctora en Ciencias de la Educación. Profesionales de Down Vigo se desplazaron a Madrid y también ella vino a Galicia. La escuela de Magisterio, que emitirá un título específico para estos alumnos, se mostró receptiva desde el primer contacto pero la colaboración no fraguó hasta el segundo intento. Y el año pasado arrancaron las clases de la primera promoción.

"Mi hijo Carlos hizo un ciclo de Formación Profesional, pero siempre me decía que quería ir a la universidad como sus tres hermanos mayores. Era su derecho y está encantado. Ellos son los protagonistas y todos los padres estamos muy contentos. Es ilusionante. La sociedad tiene que seguir abriendo puertas porque ellos son parte de ella", señala.

El objetivo final de Down Vigo, que cuenta con unas 180 familias asociadas, es conseguir que las personas con capacidades diferentes logren su autonomía a través del empleo. "Al acabar la educación obligatoria, los padres se encuentran con un vacío enorme. La sociedad no les ofrece nada. Muchos optan por cursos en los que carecen de atención personalizada y que no llegan a acabar en muchas ocasiones con la consiguiente frustración", explica Miguel Estévez, responsable del área de Formación de Down Vigo y del proyecto Alida, que también cuenta con el apoyo de varias empresas.

"¿Es un fracaso del alumno o de la sociedad? Hay que cambiar el chip e impulsar una formación inclusiva. El reto es entender que cada individuo tiene sus capacidades y limitaciones y los profesores tienen que ser capaces de formar a grupos heterogéneos y sacar lo mejor de cada uno", plantea Cristina López, responsable del área de Comunicación y docente del curso preuniversitario.

"El proceso es lento y todo lo que se ha conseguido ha sido por la fuerza de los padres, no porque la Administración vaya por delante", lamenta Jorge González. Aún así, desde la asociación viguesa no cejan en su objetivo y su próxima meta es conseguir que la Universidad de Vigo, a la que está adscrita la escuela de Magisterio, oferte esta formación como título propio.