El Olivo de Vigo goza de una salud de roble. Así lo han constatado los técnicos municipales con la primera de las pruebas -una tomografía- del chequeo a fondo al que someterán al centenario ejemplar. El estudio revela que, gracias a la efectividad de los tratamientos que se le aplicaron en los cinco últimos años, el símbolo de la ciudad casi duplicó su volumen.

Aunque su edad es muy difícil de concretar, los expertos aventuran que la "más plausible" es de unos 174 años, pero advierten de su carácter orientativo. De todos modos, el próximo año tocará celebrar sus 175 y se hará con algún acto por su aniversario.

"Su estado de salud es muy bueno, muy vigoroso", resaltó el alcalde, Abel Caballero. "Zonas enteras del olivo que se habían secado volvieron a brotar", describió el regidor sobre las mejoras que ya se perciben y enfatizó que el proceso continúa. "Basta ver las memoria para ver la buena evolución", añadió.

Además de diversos tratamientos, en estos años se amplió la base no cubierta de piedra en 85 centímetros, lo que permitió la ampliación de volumen de centenario ejemplar.

Caballero destacó la satisfacción que le produce la recuperación de un ejemplar que, reprochó, "llevaba prácticamente abandonada desde 1932", año en el que la ciudad le rindió un homenaje, tal y como recuerda la placa de bronce de su verja.

Esqueje

El olivo del Paseo de Alfonso procede de un esqueje del árbol que los caballeros monjes Templarios plantaron entre los siglos XII o XIII frente a la antigua Colegiata de Santa María de Vigo, en el Casco Vello, cuando regían la feligresía. Este árbol fue el que concedió a la ciudad el sobrenombre de "de la oliva" y, actualmente "olívica". Este desapareció con la construcción de la actual iglesia.

Fue el administrador de la Aduana Manuel Ángel Pereyra el que rescató algunas ramas y las plantó en su huerto, en Porta do Sol. Más tarde se trasladaría a su actual ubicación, en el espectacular balcón a la ría del Paseo de Alfonso XII. Hoy es uno de los puntos más visitados y fotografiados de la ciudad.

El árbol ya había sometido a un profundo análisis hace ocho años, en el que se le prescribió un tratamiento a base de fosfato potásico y con recomendación de revisiones cada tres meses mediante tomografías para vigilar la evolución de las ramas. Por aquel entonces, le diagnosticaron que estaba a punto de entrar en la tercera edad -al término de la fase 7 de madurez plena e iniciada la o, de senilidad. Aunque, eso sí, con una larga esperanzada de vida. Auguraron entonces que duraría dos siglos más, aunque podría llegar a sobrevivir hasta un milenio, ya en una fase de consumición y envejecimiento progresivo.