El periodista de viajes Oliver Balch viajaba desde Portugal con la intención de visitar las playas del norte de Galicia hasta que su mujer vio la previsión meteorológica -lluvia para una semana- y decidieron pasar al plan b tras una rápida búsqueda en internet. La alternativa escogida fueron las Islas Cíes. Y eso que el reportero no estaba convencido; fueron sus hijos, de nueve y diez años, los que resolvieron tras escuchar sobre las leyendas que sitúan en el archipiélago el tesoro del pirata Francis Drake.

La elección no pudo ser más acertada, según narra Balch en un extenso reportaje en el periódico británico The Guardian, que no es la primera vez que cae rendido ante la belleza de las Cíes. Nada más atracar, el periodista pudo comprobar que las fotos que había visto en internet no eran cosa del Photoshop. "Incluso bajo el cielo plomizo de la primera tarde, la belleza natural e indómita de las Cíes era innegable", escribe, y luego anota que el buen tiempo pronto retornó para ofrecerles cuatro días "gloriosos".

Además del paisaje natural y de transmitir la sensación de ser escenario de un posible ataque pirata en cualquier momento, Oliver Balch -autor de libros de viajes sobre América del Sur y la India- elogia a las Cíes como un "ejemplo de talla mundial de ecoturismo bien hecho". En este sentido, destaca la política de límites en el acceso, la ausencia de vehículos y el cumplimiento de las normas, como la de no dejar basura o la de no salir de los senderos. "Suena estricto, pero la realidad es muy diferente (...) Es una especie de filosofía de 'por favor deja esta instalación como te gustaría encontrarla' para un archipiélago entero".

El periodista también percibió en las islas un "espíritu de igualitarismo". "En las Cíes, a nadie le importa de qué marca son tus gafas de sol o si tienes un yate. No hay un hotel pijo sobre un promontorio, no hay un puerto deportivo privado en la bahía. Como náufragos, estaréis todos en el mismo barco o, mejor dicho, en la misma isla desierta".