Se cumplen 15 años desde que el profeta del viguismo, una suerte de religión que aúna el amor ilimitado a una ciudad cimentado en la razón, la justicia y también en una fe irracional, nos dejó. Antonio Nieto Figueroa Leri fallecía en agosto de 2003 rodeado de lo que más quería: su mujer Milagros, su hija Mar... y una bandera de Vigo. Con él se iba una forma única de entender la vida y de sentir la política: con un compromiso total por una causa en la que creía ciegamente: la defensa de la ciudad, que él veía como su hogar, su familia, su amor. Leri entregó su vida, con excesos y un punto de histrionismo, a luchar por los derechos -aeropuerto, playas, zoológico, quinta provincia...- y la dignidad de una ciudad, a su juicio, maltratada por el poder público. Leri enarboló la bandera del orgullo de pertenencia, idea que resumió, con un sentido publicitario innato, en una frase provocadora en una época convulsa: "Felices en Vigo" .

Hoy, cuando es habitual ver manifestaciones de decenas de miles de ciudadanos exigiendo una mejor sanidad pública o un trato justo para Peinador. Hoy, cuando es natural ver a los agentes económicos y sociales exigir una conexión directa por Alta Velocidad con Madrid sin tener que dar un rodeo por Santiago. Hoy, cuando la ciudad se une para rebelarse contra la pretensión de privarnos de una planta judicial, endosándonos a Pontevedra. Hoy, cuando los jóvenes -muchos de ellos los primeros nietos de vigueses- se movilizan en defensa de la ciudad. Hoy que miles de turistas nos visitan para disfrutar de una ciudad más bella, amable y cosmopolita ... Hoy todo eso es posible, en buena parte, porque hace cuarenta años un personaje estrafalario plantó esa semilla. Leri se ha ido, pero su legado, el más saludable y benéfico, goza de excelente salud.

"Amor loco por Vigo"

"Yo sentía por Leri un cariño infinito". Manoel Soto, alcalde de Vigo entre 1979 y 1991, parte de una consideración personal que tiñe todo su discurso. "Si tuviese que elegir un rasgo de su personalidad, diría que era su amor por Vigo. Tanto que cuando ya estaba muy enfermo, a punto de entrar en coma, yaciendo en su cama, nos pidió que pusiéramos en su cuarto una bandera de Vigo para que la pudiese ver. Lo suyo era un amor loco, en el mejor sentido de la palabra", explica.

Soto aprecia las cualidades políticas de Leri pero más el factor humano. "Era absolutamente generoso; estaba dispuesto a darlo todo por los demás", asegura. El primer regidor de la democracia viguesa todavía recuerda cómo en aquellos primeros años, "momentos muy duros", en ocasiones se cruzaba por el pasillo con Leri "y echándome una mano al hombre me animaba: 'Alcalde, tú no te rindas, no te rindas'. Era un tipo extraordinario", resume mientras soma una sonrisa impregnada de nostalgia en su rostro.

Y es que, rememora Soto, la asfixia económica del primer mandato unida a la presión política de la oposición, mantenía al Concello "al borde del abismo". "Recuerdo que un día me comunicaron que no había aceite para los camiones de la basura y que no teníamos dinero para pagarlo, así que llamé a Leri y le dije que si él, que representaba a una marca de lubricantes, nos vendía un bidón. "Métete los cuartos en los huevos y llévate el bidón. Como si no me lo pagáis nunca", me contestó. Está claro que aquello fue una trapalllada, pero la situación era desesperada", rememora.

En esa constante pelea por dar a Vigo lo que se merecía, Soto destaca la batalla por la capitalidad la ya mítica quinta provincia. Leri llegó a convocar una manifestación en la Praza do Rei en busca de la movilización y concienciación ciudadanas. Verlo hoy subido a un balcón sosteniendo la bandera de la ciudad, podría parecernos un gesto histriónico, cómico, pero entonces la situación era muy distinta. "En un contexto en el que las capitales de provincia se lo llevaban prácticamente todo, su pelea tenía todo el sentido. Yo lo secundé porque tenía toda la razón" , reconoce. Por ello, Soto considera que la ciudad ha contraído una gran deuda con Leri que todavía no se ha satisfecho: "Le debemos un gran homenaje".

El nacionalista Lois Pérez Castrillo, alcalde entre 1999 y 2003, lo conoció de rapaz. "En O Vao teníamos en verano cortes de agua y yo veía a Leri en su furgoneta destartalada dando gritos con el megáfono y repartiendo agua. Era un espectáculo", relata. Años más tarde compartieron espacio en Praza do Rei. "Nos pasamos muchas horas juntos viendo expedientes. Él, Arca, Suso Costas, Ana Gandón o yo, repasando los documentos que iban a ir a junta de gobierno o al pleno.", cuenta.

Pérez Castrillo describe a Leri como una persona "entrañable, humanamente muy sencillo, aunque él y yo estuviésemos en las antípodas ideológicas", y le recuerda por frases lapidarias que todavía hoy resuenan en su cabeza: "La política es cuestión de olfato" o "Ni un vigués de rodillas".

En realidad, esas dos sentencias compendian la visión de la política y de la vida que tenía este hombre nacido en O Berbés, huérfano por parte de padre desde muy niño, y que fue alimentado por una madre que vendía patatas en un portal. Ese origen humilde, cercano, campechano pero también autoritario -era un fervoroso defensor de la disciplina, y sus castigos en O Vao eran legendarios- le acompañaría para siempre, conformarían su personalidad.

Pérez Castrillo presidió en 2003, a pocos meses del fallecimiento, la entrega de la Medalla de la Ciudad a Leri, un acto con una enorme carga emocional. "Recibió esa medalla como el mayor honor inimaginable", explica.

Carlos Núñez, concejal del Partido Comunista en la primera corporación, ofrece un punto de vista diferente. Si bien le reconoce "su capacidad de trabajo, espíritu solidario y bondad" e incluso le llama "gran amigo", desde el prisma político, cree que Leri se equivocó profundamente. "Defendía un localismo enfermizo. Su concepto de libertad se circunscribía solo al territorio de Vigo, y en esa visión destacaba por ser un anti. Era anti Coruña. Detestaba la bandera de Coruña, hasta el color azul", explica.

"Localismo decimonónico"

Para Núñez, en aquellos tiempos en los que todos los partidos hacían concesiones, Leri mantuvo una posición de "absoluta intransigencia". "Su localismo decimonónico le llevó a abrazarse solo a la bandera de Vigo, como su única patria. Y esa actitud le empujó, primero, a distanciarse ideológicamente de nuestro gobierno y posteriormente a aislarse, cuando nosotros defendíamos justamente lo contrario, abrirnos a otros territorios de la gran Gallaecia y pensar en el colectivo", mantiene.

Núñez sí admite que su acción política pudo contribuir a proyectar el "orgullo por Vigo" por una ciudad castigada "con el desprecio y la marginación" del franquismo y sus élites políticas y económicas, situación que en parte aún sigue vigente. Pero al tiempo cree que políticamente Leri "no estuvo en el lugar adecuado en el momento adecuado".

Maite Fernández coincidió con Leri, concejal desde 1974 por el tercio familiar hasta 1999, durante dos mandatos. La entonces todopoderosa edil del Partido Popular guarda el mejor recuerdo. "Era único, siempre pendiente de todo, las 24 horas del día enchufado a Vigo. Era incomparable, siempre decía lo que pensaba. Aunque le gustaba llamar la atención, hacerse notar para darle relevancia a su causa, era respetuoso, con sentido del humor. Todavía estoy viéndole sentado en el pleno con sus calcetines rojos", describe.

Fernández rememora cómo Leri se pasaba con frecuencia por su despacho a saludarla o para contarle "sus cosas", que siempre eran cosas de la ciudad. "Era cien por cien vigués y viguista", concluye.

Otro concejal del Partido Popular, José Manuel Figueroa, también conoció a Leri en la playa, cómo no, de O Vao. Así lo recuerda: "Yo jugaba en el equipo Trotamundos y llegamos a la final del torneo contra el equipo de Antonio. Éramos chavales de 17 a 19 años ¡y les ganamos! Así que nos convertimos en campeones del mundo [porque así llamaba Leri a su torneo, con una ingenua grandilocuencia] de playas", cuenta.

Figueroa comparte la imagen que dibuja su excompañera Fernández. " Leri era un fenómeno. Muy buena persona, con una personalidad singular, muy peculiar y pese a nuestras diferencias, un gran compañero. Recuerdo que un día recién llegado a la corporación [en donde hoy continúa, 33 años después], me vio con unos expedientes y me dijo: "Mira Chema, te voy a enseñar. Lo más importante está al final, así que léelos de atrás hacia adelante". Y el tío se los leía todos, los miraba con lupa. Ah, y eso sí, al acabar cogía el boli y los firmaba: Leri", recrea.