La Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat), de la Universidad de Vigo, se ha convertido en pocos años en una referencia internacional en el ámbito de la criopreservación con el desarrollo de protocolos pioneros y la adquisición de equipamientos disponibles en muy pocos centros de todo el mundo. El servicio de Preservación Funcional de Organismos Marinos, dirigido por Estefanía Paredes, ha logrado cultivar por primer vez larvas de mejillón que habían sido congeladas previamente, además de poner a punto durante el último año nuevas metodologías para conservar diferentes especies de erizo de mar.

La criopreservación mantiene larvas y embriones en nitrógeno líquido a muy bajas temperaturas para un uso posterior. La vida de este material biológico permanece suspendida hasta el momento de la descongelación. Aunque su uso está extendido en otros ámbitos, todavía es muy escaso en el marino.

Paredes desarrolló en 2014 el primer protocolo de criogenización de embriones del Paracentrotus lividus, la especie más explotada en Galicia, para su tesis doctoral. Y ya incluía de forma preliminar la metodología para el mejillón gallego - Mytilus galloprovincialis-, dada su importancia para la economía de la comunidad.

Durante el último año, ella y el doctorando asturiano Pablo Heres han aplicado el protocolo para conservar larvas de mejillón obtenidas de la Ría. Y tras descongelarlas, las cultivaron en el laboratorio hasta llegar a obtener semilla "lista para transferir a una batea".

"Ahora tenemos que perfeccionar el sistema de cultivo porque la tasa de mortalidad en las primeras 48-96 horas fue bastante elevada, del 50%. Las células criopreservadas son muy sensibles tras la descongelación porque su metabolismo ha estado suspendido por completo. Son más pequeñas, tardan un tiempo en reactivarse y crecen de manera más lenta", apunta Paredes.

Así que el objetivo ahora es disminuir el estrés de las larvas tras la descongelación y afinar todos los parámetros para conseguir supervivencias de hasta el 80% que permitirían disponer de un stock suficiente.

Paredes y sus compañeros de la Ecimat también han puesto a punto tres nuevos protocolos para la criopreservación de esperma y embriones de otras tantas especies de erizo de mar presentes en las rías gallegas, pero que no se comercializan porque son de mayor profundidad que la P. lividus. Se trata de S. granularis, E. esculentus y Echinocardium cordatum, un erizo irregular que vive enterrado en la arena.

"Como no se consumen son especies completamente desconocidas, pero las hemos añadido a la lista porque hay que romper la tendencia de excluir a las especies que no se explotan. No solo podemos descubrir que también pueden tener un interés comercial, sino que todo conocimiento es necesario. Estos estudios nos han servido para constatar que los protocolos deben ser diferentes para cada especie, aunque entre ellas sean parecidas", explica la experta moañesa.

También han descubierto que son muy sensibles a los agentes crioprotectores, los compuestos químicos que se utilizan, a modo de anticongelantes, para que las células se deshidraten poco a poco y no se formen cristales de hielo en su interior que puedan dañarlas. "Elegir qué agentes y cómo se mezclan es clave para evitar la intoxicación y que el proceso de congelación se frustre ya de inicio", subraya.

Paredes coordina además una línea de trabajo dentro del consorcio europeo Assemble Plus para poner a punto metodologías de criopreservación de los recursos de interés. La experta, que presentó sus resultados el pasado julio en Madrid durante el encuentro anual de la Sociedad Internacional de Criobiología, destaca las aplicaciones de la criopreservación tanto para la acuicultura y la conservación de los recursos naturales a largo plazo, como para que los investigadores dispongan de material para sus experimentos durante todo el año.