El máster en Ingeniería Industrial, que habilita a sus alumnos para el ejercicio de esta profesión regulada por ley, es el primer título gallego que consigue la máxima acreditación internacional en el ámbito de la ingeniería. Tras más de un año de evaluación, la agencia ABET entregó a la escuela viguesa un sello que en España solo tienen otras dos universidades públicas.
-El proceso de evaluación se prolongó durante más de un año y, entre otros muchos elementos, se valoró la formación del profesorado y la empleabilidad de los alumnos.
-Aunque la decisión se tomó en 2012, tuvimos que esperar a 2016 para solicitar la acreditación porque es obligatorio tener, al menos, una promoción de estudiantes. De entrada ya tienes que cumplir unos requisitos bastante exigentes, por ejemplo, que el programa tenga una formación clara de ingeniería con todas las materias necesarias. Un comité se desplazó durante tres días a Vigo en octubre de 2017 para evaluar al profesorado, los laboratorios, las aulas... Y sin estar nosotros presentes, se reunieron con empresas con las que colaboramos y también con egresados para preguntarles por la formación recibida y las salidas profesionales. Y precisamente uno de los puntos fuertes que destacan en su informe final es que el máster se ajusta a la demanda y tiene una buena valoración por parte de los titulados y las empresas que los contratan. Es un motivo para estar orgullosos.
-¿También asisten los evaluadores a las clases?
-Sí. Y revisan todo el material que se utiliza en clase, incluso el bibliográfico. Además no solo valoran la parte académica, sino también los servicios y la atención al estudiante. Es un proceso muy exhaustivo y, al final, un comité evalúa a todos los candidatos. Esto les permite tener una valoración más homogénea y objetiva porque acreditan a universidades de todo el mundo. Por eso es un proceso tan laborioso. En la ingeniería, es la acreditación más importante a nivel mundial.
-¿Qué supone para los alumnos añadir este sello a su currículo?
-Tener esta acreditación es un reconocimiento a un programa de excelencia y esto es bueno para todos. Los estudiantes y los empleadores tienen la garantía de que la formación recibida cumple los más altos estándares de calidad, que cuenta con un sello que sitúa a Vigo al nivel de las principales escuelas de ingeniería del mundo. Nuestros alumnos tienen una formación completa y van a ser capaces de resolver cualquier tipo de problema.
-Vigo entra en un club muy selecto del que solo forman parte en España las Politécnicas de Madrid y Valencia y la universidad privada Ramón Llull.
-Fue una apuesta estratégica y desde el principio diseñamos el máster para que pudiese conseguir la acreditación. Si no lo hubiésemos hecho así, después sería imposible.
-El proceso tan riguroso que han superado para acreditarse contrasta con la imagen de los másteres que se está trasladando a la sociedad en los últimos tiempos.
-Nos refuerza en la idea que siempre tuvimos de los másteres. Este título habilita para ejercer la profesión y nuestra apuesta fue que tenía que ser de calidad y contar con todas las garantías. La línea tiene que ser ésa, los másteres deben buscar la excelencia.
-¿Ha sido el exceso de títulos creados en los últimos años el caldo de cultivo para casos como los de la Rey Juan Carlos?
-El tiempo nos da la razón. Al principio, la gente pensaba a corto plazo y nos decían que el máster era muy duro, pero los atajos acaban haciendo mucho daño y desprestigian a la universidad pública. Lo estamos viendo ahora con estos casos. El camino es el rigor y el prestigio. No podemos perderlo de vista cuando hablamos de una formación que tiene que permitir afrontar el desarrollo profesional de manera segura. La gente debe saber que las cosas se hacen bien y que en Vigo hay una universidad y una escuela que están al nivel de las principales en el ámbito internacional. Es muy importante para todos y ha sido fruto del esfuerzo de muchísima gente.
